lunes, 23 de marzo de 2015

María Luisa

Por Mario Goloboff *
Página 12 - Jueves, 16 de mayo de 2013

En los años mozos, sospechábamos, intuíamos o deseábamos que existiera una vaga entelequia a la cual hoy apenas si podría definir: algo así como “un tango de izquierda”. Pensábamos que el difundido en clubes, bailes y cafetines coincidía poco con nuestras aspiraciones sociales, y tal vez sólo reflejaba un pensamiento conservador populista, que no se correspondía con la lucha de clases ni con los verdaderos intereses de los desposeídos. Ignorábamos, como suele ocurrir con casi todas las generaciones, lo que teníamos prácticamente al lado, a pocos años vista y en nuestro propio campo.

En la presente historia, el personaje protagónico ayudó bastante a mantenerla oculta. Hacia el tiempo en que los tangos “Cuando llora la milonga” o “Pa’l cambalache” se hicieron públicos y bastante conocidos (cantados hasta por don Carlos Gardel, alguno por Agustín Magaldi, por Ignacio Corsini, por Agustín Irusta, por Azucena Maizani y Mercedes Simone, por Charlo y Ada Falcón), estaban firmados por Luis Mario o por Mario Castro; nunca fue demasiado sabido que bajo esos seudónimos se amparaba la periodista María Luisa Carnelli, nacida en La Plata, en una casa cercana al Bosque, un 31 de enero de 1898 y, lo que sería una de las explicaciones plausibles para sus tempranas y fervientes adhesiones, en un hogar con otros nueve hermanos. Sin duda, algunos de ellos la inclinaron y empujaron hacia el tango, aunque también, se dijo, la censura masculina fue muy fuerte y ella misma declaró: “Mi padre, por supuesto, jamás supo que era yo quien los escribía. El no quería que yo fuera demasiado libre”. Su primer trabajo importante en la materia es de 1927 y está dedicado a Carlos de la Púa, nacido también en La Plata y llamado en realidad Carlos Raúl Muñoz y Pérez, aunque sus amigos lo apodaban “el malevo Muñoz”. Por ello, la obra fue titulada justamente “El malevo”, musicalizada por Julio de Caro, quien la llevó al disco en versión instrumental y lo grabó Rosita Quiroga. Después vinieron “Primer agua”, “Dos lunares”, “Moulin Rouge” (igualmente con música de Julio de Caro), “Cuando llora la milonga” (musicalizado por Juan de Dios Filiberto), “Mineros de Asturias” y muchos más. Hubo también algún estilo, alguna zamba y hasta rancheras y habaneras. Textos donde la voz lírica ocupa el rol masculino y subraya el lenguaje lunfardo de los mismos, como en “Quiero papita” (“Yo soy... un gil / quién me mandó/ tener mujer. / Yugar pa’vos / y no poder / tirarme un par / de lindos mangos / a la marchanta, / si es mi placer”) o en “Primer agua” (“Pa’gambetearle a la mishiadura/ entró a trabajar de engrupidor, / a un mixto le dio en la matadura / y de prepo al reaje conquistó”).

Pero no sólo respecto de la música popular fue transgresora; políticamente, se ubicó muy temprano en una izquierda entre anarquista y comunista, renunciando así a su origen medianamente burgués. Además, se casó joven, tuvo un hijo, y poco tiempo después se separó, ganándose la vida como periodista. Publicó artículos en diarios y revistas: Crítica, Noticias Gráficas, La Nación, Clarín, Caras y Caretas, El Hogar, Fray Mocho, Atlántida y otras. Desde muy joven, escribió poemas y se vinculó con círculos literarios de la izquierda, especialmente con los hermanos González Tuñón: el mayor, Enrique, tan querido por Raúl y autor de algunos títulos bellos y famosos (Camas desde un peso, La calle de los sueños perdidos), fue su pareja por cierto tiempo, y hasta algunos de sus tangos les fueron adjudicados a ellos. Su primer libro fue Versos de mujer, lo continuaron Rama frágil, Poemas para la ventana del pobre y otros más. El primero en prosa, Quiero trabajo, fue elogiosamente comentando por el intelectual faro de la época, Aníbal Ponce. Publicó muchos textos dedicados al movimiento obrero español y a los acontecimientos de España, escritos mientras estuvo allí como corresponsal de revistas y diarios, un tipo de cobertura que se daban en el momento intelectuales de todo el mundo que querían apoyar in situ a la República.

Contratada por el diario El Sol, de Madrid, a comienzos de la sublevación franquista, se sabe que visita el frente de guerra en Carabanchel en abril de 1937 y es testigo del combate entre dinamiteros de la República y tropas facciosas. El 14 de julio firma un artículo titulado “Cuerpo a cuerpo”, donde narra el asalto de unidades marroquíes franquistas contra los parapetos que defienden Madrid y se fotografía con mandos de la brigada que defiende el sector, realiza un reportaje sobre el hospital de heridos, escribe la crónica de los hombres de la 24ª Brigada Mixta y una nota sobre la importancia de mantener lejos a las niñas y niños de la artillería criminal facciosa. Hacia finales de julio, interviene en el congreso popular de solidaridad convocado por el Comité Provincial del Socorro Rojo Internacional, comparte la mesa directiva con los líderes de la defensa de Madrid, el general José Miaja y el comisario de las Brigadas Internacionales Luigi Longo (quien combatía con el seudónimo de “Gallo”; el mismo que, en 1964, tras la muerte de Palmiro Togliatti, sería secretario del PCI). El 2 de agosto, en la comida organizada por el Socorro Rojo Internacional en Madrid, María Luisa recita el poema “Madrid-Noviembre”, que consagra el heroísmo de los madrileños. También en noviembre asiste a las trincheras de la sierra de Madrid y comparte hambre, frío y penurias con los milicianos instalados allí, a quienes intenta levantar la moral con su presencia y sus palabras, que reflejará luego en la crónica. Por esa época, asimismo, se encarga de la sección femenina en la revista Blanco y Negro, semanario cultural del ABC, y además publica varias colaboraciones en el propio diario: “Veteranos y reclutas”, “Guarderías infantiles”, “La siembra de la nueva cultura”. Finalmente, para su despedida por regresar a la Argentina, el Socorro Rojo organiza un acto en septiembre del ’38 con la presencia de mandos del ejército popular de la República, entre ellos el comandante Carlos (Vittorio Vidali o José Díaz, el legendario fundador del Quinto Regimiento) y el coronel Ortega (jefe de la Columna Ortega, que integró la 40ª Brigada Mixta), y de la poeta María Teresa León. Emocionada, María Luisa aseguró que mantendría su compromiso con la República y lo llevaba a su país desde la Península Ibérica.

Uno de los últimos hechos curiosos de su vida, que los tuvo tantos, fue que hacia los ’50, durante el primer peronismo y en medio de la justa reivindicación de las producciones nacionales, intentó con Sebastián Piana introducir el “Tam Tam”, pero Raúl Apold no le dio ningún curso. Lo cuenta en un reportaje que se le hace pocos años antes de morir, en el que agrega: “Ha habido una penetración imperialista de fabulosos capitales que ha permitido que el tango vegete, mientras los demás ritmos lo iban ahogando. Hubo épocas en que se obligaba a ejecutar un 50 por ciento de música nacional. Fue cuando a mí se me ocurrió crear ese nuevo ritmo. Que para mí era muy argentino”. Falleció el 4 de mayo de 1987, en el umbral de los 90 años.

* Escritor, docente universitario.

Link original: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-220125-2013-05-16.html


miércoles, 11 de marzo de 2015

Codovilla en Paracuelos

ANTONIO ELORZA - El País
1 NOV 2008

Victorio Codovilla
"Las heridas de la Guerra Civil -ha escrito Ian Gibson- sólo se curarán definitivamente cuando ambos bandos acepten la verdad de lo que pasó en sus respectivas retaguardias durante la contienda franquista". Por eso, aun cuando el auto del juez Baltasar Garzón estuviera plagado de todos los errores que le atribuyen sus detractores, resulta innegable que ha tenido la virtud de poner las cartas sobre la mesa. De los dirigentes nazis a Karadzic, una calificación adecuada de los crímenes vale más que una cascada de libros.

Documentación exhaustiva, metodología adecuada y ponderación son los requisitos para que los resultados del análisis cumplan su papel sobre la conciencia cívica. El trabajo de Gibson viene siendo a este respecto ejemplar, y muestra de ello fue su libro de 1983 sobre Paracuellos, la matanza organizada de derechistas en noviembre de 1936. Nada tiene que ver la condena de la sublevación militar de julio por consistir en un genocidio, esto es, en el intento en buena parte logrado de aniquilar físicamente a la izquierda española, con el necesario reconocimiento de que en la España republicana hubo asesinatos de masas. No genocidio, pues fueron respuesta puntual a la coyuntura creada por la rebelión. Su análisis prueba que tampoco era "la República" responsable, ni hubo excesos "republicanos", como sugirió Carrillo en un programa nocturno de TVE, a diferencia de lo sucedido en la España de Franco.

Gibson mostró que tanto en Paracuellos como en posteriores "sacas" de noviembre de 1936, en el crimen nada hubo de improvisado ni de accidental, aunque sí de respuesta a una circunstancia de excepción: el Ejército de Franco a las puertas de Madrid. Fue entonces adoptada una pauta de comportamiento estrictamente leninista con precedentes en la guerra civil rusa. El Gobierno republicano acababa de abandonar Madrid y la Consejería de Orden Público en la recién creada Junta de Defensa quedó en manos de un joven comunista, Santiago Carrillo, en tanto que como delegado de Orden Público resultó nombrado un colaborador suyo en las Juventudes Socialistas Unificadas, Segundo Serrano Poncela. Es éste quien asume la responsabilidad formal de las "sacas" y visita la Cárcel Modelo el 7 de noviembre de 1936 tras ordenar que sean seleccionados los "militares" y los "hombres de carrera y aristócratas". Objetivo: suprimir a futuros cuadros civiles y militares franquistas de caer Madrid. El hecho de que tales sacas cesasen inmediatamente el 4 de diciembre, al sustituirle el anarquista Melchor Rodríguez, confirma que la responsabilidad de los crímenes fue comunista. El representante del Partido Nacionalista Vasco (PNV) en Madrid, Jesús Galíndez, y, verosímilmente siguiendo sus informes, el ministro Manuel Irujo, lo confirman y señalan por su nombre a Santiago Carrillo (ver Los vascos en el Madrid sitiado y el informe de Stepanov a Moscú, de 30 de julio de 1937).

Ahora bien, una decisión de tal calibre no podía ser tomada por los dos neocomunistas. Gracias a la documentación del Archivo de la Internacional Comunista sabemos que al frente del PCE, entre 1932 y 1937, no se encontraba José Díaz, ni menos Pasionaria. Todo pasaba, y en primer término la comunicación telegráfica con Moscú, por el representante de la Comintern en Madrid, el argentino Victorio Codovilla, organizador luego en México, según Vittorio Vidali ("comandante Carlos"), del asesinato de Trotsky y recompensado por su larga trayectoria estaliniana con un nicho en el muro del Kremlin. Es él quien a fines de agosto, en telegrama cifrado, lamenta el asalto mortífero a la Cárcel Modelo. No le gustan los incontrolados, pero sí la represión. A fines de julio de 1936 transmite a Moscú la disparatada impresión de que la sublevación está vencida. Piensa que el peligro es anarquista. Solución: "Se aplicará ley revolucionaria".

En noviembre, vacío en los telegramas consultados, salvo cuando el día 23 Codovilla informa a Moscú que los documentos de fusilados están disponibles. Todos sabían dónde residía el centro de decisiones. Para describir la posición de Codovilla, André Marty no encuentra otra palabra que la de "cacique" que "resuelve todo él mismo". Cuando el periodista soviético Kolstov se informa en la noche del 6 al 7 de noviembre con Pedro Checa, secretario de Organización del PCE, sobre qué se va a hacer con los detenidos y éste explica la conveniencia de "elegir a los elementos más peligrosos", garantizando que "no se escaparán", Checa es la mano derecha de Codovilla.

La pirámide del mando en una organización comunista no admite iniciativas espontáneas. A Carrillo implícitamente y, de cara al exterior, a Serrano Poncela, les tocará la responsabilidad institucional. Sirvieron de instrumentos conscientes. Avalada o no por Moscú, la decisión de los asesinatos masivos de noviembre del 36 sólo pudo ser tomada por el delegado de la Internacional Comunista en España.

Link original: http://elpais.com/diario/2008/11/01/espana/1225494011_850215.html



Cuando había héroes

GRACIELA MOCHKOFSKY: TIO BORIS. El retrato de un militante de ley, los vaivenes del Partido Comunista argentino y los avatares de la Guerra Civil Española confluyen en una investigación que no desdeña el tono de la novela negra.

Por Sergio Kisielewsky - Página/12
DOMINGO, 23 DE JULIO DE 2006

Tío Boris
Graciela Mochkofsky
Sudamericana
269 páginas.

Cuentan los viejos militantes de la Federación Juvenil Comunista que en la década del 60, al ingresar a la política, oían hablar de los actos heroicos de Boris, como se llamaba al militante Benigno Mochkofsky, quien había sido torturado en la cárcel de Ushuauaia y pasado por un campo de reclusión en la isla Martín García. Por cierto no es el mismo relato que escuchó Graciela, su sobrina nieta, autora de una comprometida biografía sobre Timerman, durante una sobremesa en la casa familiar donde salió el disparador: “Por qué no escribís sobre tío Boris?”.

Es allí donde la periodista pone manos a la obra y reconstruye una época histórica donde se cruzan los años de la lucha contra el fascismo, el ascenso de Hitler y la inminencia de la Segunda Guerra Mundial. El libro, en consecuencia, atraviesa un campo de batalla: el de la Guerra Civil Española.

Boris nació en 1911 y murió en 1975. Era pelirrojo, fumaba habanos gruesos y trabajó en el puerto y en la industria metalúrgica. Participó en huelgas y creó organizaciones sindicales. Estuvo preso en condiciones humillantes en el penal de Ushuauaia durante la dictadura de Uriburu.

Con el tono, por momentos, de la mejor novela negra y con un sostenido suspenso, Graciela Mochkofsky va atando cabos sobre la historia del Partido Comunista argentino. Para ello entrevista a dirigentes y militantes, tarea nada sencilla según se va revelando en la trama, y se acerca a los testimonios teniendo muy presente el subtítulo del libro: un héroe olvidado de la Guerra Civil Española.

Prácticamente de la nada se va construyendo un itinerario que toma lo mínimo y lo máximo, desde el lechero escuchando las reuniones políticas hasta la llegada del peronismo al gobierno, todo suma al retrato de época.

La obra se interroga sobre el sentido del heroísmo y aún más, da luz sobre uno de los personajes más enigmáticos del comunismo argentino: Victorio Codovilla. Su descripción es todo un punto de referencia. “Codovilla ya tenía la cara rechoncha, una cintura de tonel y un apetito que ninguna comida saciaría. Hizo un hábito de fumar en pipa y llevar consigo un bastón, con el que propinaba golpizas a sus rivales anarquistas.”

Codovilla fue testigo de los primeros años de la Revolución Rusa, lo que marcó a fuego su visión del mundo. Estaba en Moscú en 1925 cuando se desplazó a Trotsky del Comisariado de Guerra y “reducido a ejecutar tareas menores”. Vio de cerca la lógica del poder stalinista, el mismo poder que lo envió a crear el Partido Comunista en España. Es allí donde su historia confluye con la de Tío Boris.

Graciela Mochkofsky viajó a España y hurgó en viejos archivos secretos, aplicando una lupa desprejuiciada sobre los orígenes de la Guerra Civil Española. En especial sobre la correlación de fuerzas políticas antes de la llegada de Franco y el nacimiento de las Brigadas Internacionales que dirigía el belga André Marty. A los veintidós años, Boris llega a España. Se acercó a los comunistas y en poco tiempo pasó de ser integrante de los grupos de autodefensa a comandante del Quinto Regimiento del Ejército Popular. A partir de este punto, Tío Boris da un salto más, contando cómo un intento de golpe de Estado fascista conduce al país a una guerra civil que duró tres años y causó más de un millón de muertos.

En cada relato de guerra se potencia la información sobre los hechos.

Allí se encuentra la “ayuda” alemana a Franco y las responsabilidades de los gobiernos de Occidente ante la devastación y el martirio en la tierra de Antonio Machado. También circulan los relatos de la batalla del Ebrocon los brigadistas de Lister cantando en seis lenguas “La Internacional” y el coraje derramado en la defensa de Madrid. El “No Pasarán” está presente en el libro, documentado y con las venas abiertas en cada batalla que se libra.

En cada párrafo se advierte el rigor de una investigadora junto al vuelo de una escritura en clave de ficción. Entre la saga familiar, las alegorías y las banderas antes y después de los combates, Tío Boris indaga en las causas por las que miles de hombres y mujeres dejaron de ser ellos para ir al encuentro de las epopeyas colectivas.

Link original: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-2167-2006-07-24.html



lunes, 2 de marzo de 2015

El dolor medido en tiempo y distancia

Fotógrafo Gustavo Germano
El fotógrafo Gustavo Germano presentó Distancias, la secuela de un trabajo iniciado con Ausencias y que refleja las distintas formas de persecución que utilizan las dictaduras contra sus opositores. La exposición retrata, entre otros, el caso de dos exiliados que viven desde hace más de cincuenta años en Rosario. El año próximo se exhibirá en el Museo de la Memoria.

Por Juan Cruz Varela - Página/12 - 7 de octubre de 2012

Desde Paraná

Ya desde la época de los antiguos griegos el exilio político ha sido una constante en la historia de la humanidad. El imperativo de emigrar como alternativa de supervivencia; un viaje donde las valijas no tienen más que dolor, tristeza y sobre todo el pánico, la desesperación y el vértigo propios de los tiempos marcados a fuego por el autoritarismo.

Hubo muchos que no pudieron elegir, que fueron persuadidos o empujados al exilio; algunos simplemente no tuvieron tiempo; y otros directamente prefirieron correr el riesgo y pelearla desde adentro. La guerra civil española que se sacudió a ese país entre 1936 y 1939 y la dictadura franquista que se extendió hasta 1975 dejó un pueblo diezmado y una España -como dice el poeta-, la republicana, debió refugiarse.

Eso refleja Distancias, la segunda parte de una trilogía donde el fotógrafo entrerriano Gustavo Germano trabaja con las formas de persecución y exterminio que las dictaduras utilizan contra sus opositores. Es la secuela de Ausencias, ese brillante trabajo donde muestra de manera brutal el impacto de la desaparición forzada de personas en la Argentina; y la precuela de un trabajo que vendría a completarse con la privación ilegal de la libertad en las cárceles o centros clandestinos de detención en la actualidad.

A partir de 2008, Germano se entrevistó con exiliados republicanos españoles que abandonaron el país y ya no volvieron. Intelectuales, obreros, empleados, profesionales, estudiantes, docentes pasaron por innumerables ciudades del mundo. La mayoría quedó en Francia, una parte muy grande fue a parar a México, otros a la Unión Soviética, Chile y unos pocos a la Argentina. Para ellos no había otra opción, era una opción de vida, de sobrevida, a pesar de lo que significaba estar lejos. "Uno, cuando piensa en el exilio, remite al momento de la partida, pero el verdadero dolor del exilio lo marca el tiempo", señaló Germano, desde Barcelona, en diálogo con Rosario/12.

Las imágenes muestran los rostros juveniles previos a la partida y luego sesenta, tal vez setenta, años después. Las dos fotografías, expuestas una al lado de la otra como gigantografías, con ellos en la misma pose, muestran el transcurrir de una vida entera y eso conmueve, eriza la piel. Eso refleja la muestra conjunta Ausencias + Distancias que el viernes se presentó en el Museo Provincial de Bellas Artes Pedro E. Martínez de Paraná, donde permanecerá algunas semanas más y desde allí iniciará su itinerancia que la llevará el año próximo al Museo de la Memoria de Rosario.

El exilio de la legalidad

Las fotografías ponen en evidencia el tiempo transcurrido desde aquel exilio forzado y más: es el tiempo y la distancia que hay entre aquel que se fue de la tierra que lo vio nacer y a la que nunca más volvió y el hoy. Son el tiempo y la distancia del exilio. Son las historias de Carmen Alonso de Fernández y Carlos Pereda Elez-Villarroel -y tantos otros-, que hace muchos años eligieron a Rosario para vivir y, seguramente, para morir.

"El caso del exilio republicano es paradigmático por diversas razones: una de ellas es que no fue el exilio de un grupo político sino de la legalidad. La Segunda República Española existía y hubo un golpe de Estado, que tardó tres años en consumarse y eso fue la guerra civil. Algunos murieron, otros estaban presos y otros se fueron. Esa es la España que se fue, 500 mil personas que cruzaron las fronteras, todo un país", resumió Germano sobre la gestación de Distancias, un proyecto que lo llevó a recorrer cinco países buscando esas historias.

-¿Cuándo empezaste a trabajar con Distancias?

-Una vez que Ausencias empezó a rodar, unos meses después, viendo este paralelo de imágenes y la temporalidad que funcionaba para hablar de la desaparición forzada de personas, empecé a pensar si esta mecánica de trabajo podía servir también para indagar acerca de otros métodos que han utilizado las dictaduras para perseguir a los opositores. Porque las dictaduras no solo matan y desaparecen, también encarcelan y destierran.

-Dentro de ese multicolor de gente que fue expulsada al exilio, ¿cómo armaste el criterio de selección de las fotografías?

-Lo que busqué fue hacer un mapa, no solo del destino, sino de algo que también iba emparentado con el origen político de los exiliados: la gran mayoría de los anarquistas quedaron en Francia, porque no tenían capacidad operativa ni partidos políticos que les gestionaran su salida hacia otros lugares, y ellos fueron los que peor la pasaron porque enseguida se chuparon también la segunda guerra mundial; a Rusia fueron a parar los más vinculados con el Partido Comunista; México fue el más abierto en cuanto a la cantidad y a la formación política de la gente que recibió. Y en cuanto a la Argentina, siempre tuvo mucha tradición republicana, pero cuando terminó la guerra civil estaba (Roberto) Ortiz como Presidente y dispuso el cierra de las puertas al ingreso de ciudadanos españoles, entonces mucha gente entró al país diciendo que estaban en tránsito, a Bolivia o Chile por ejemplo, y algunos se quedaron. Pero la acogida que hubo a los exiliados de la guerra civil española no es para nada significativa.

-Ausencias en parte es el reflejo de tu historia personal, ¿hay también algo de ello en Distancias?

-Hay un punto que no tiene comparación: yo estoy acá por decisión propia y puedo volver en cualquier momento. Es cierto que también hay otros tipos de exilios, como el exilio económico de aquellos que se ven empujados a buscarse la vida en otro lugar porque no lo encuentran en su tierra y eso tal vez me sirvió para reflexionar sobre la distancia. Creo que en Argentina el exilio no está visto como un castigo tan tremendo y realmente me parece muy injusto. El destierro es una de las formas más antiguas de castigo y en el caso del español, y particularmente de los casos que yo retraté, se torna más dramático y alcanza su verdadera dimensión porque nunca más pudieron volver.

Link original: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/12-35890-2012-10-07.html