lunes, 25 de mayo de 2015

Sobre el exilio matemático de la guerra civil española (y II)

Javier Peralta
Universidad Autónoma de Madrid
Revista Suma, número 57, febrero 2008, pp. 9-22

En el presente artículo se realiza un estudio sobre los matemáticos que emigraron de España a consecuencia de la guerra civil, que va acompañado de pequeñas biografías de la mayoría de ellos, y de un comentario sobre las razones que motivaron su marcha. El trabajo, centrado principalmente en los profesores de la Universidad de Madrid –entonces la más importante y con mayor poder de decisión–, se completa con un análisis de la situación matemática en las décadas anteriores, y con unas notas acerca de las depuraciones y cambios estructurales realizados al finalizar la contienda.

La mayoría de los intelectuales españoles exiliados se estableció en distintos países americanos; buena parte de los ellos lo hizo en México, y el resto en Argentina, Chile, Colombia, Cuba, República Dominicana, Venezuela y Estados Unidos. Y la acogida de unos y otros generalmente estuvo propiciada por el prestigio particular del personaje, por conexiones profesionales creadas antes de la contienda, por relaciones personales con otros intelectuales ya instalados en esos países o, cuando menos, fue amparada por la mediación de instituciones especialmente creadas con ese objetivo.

Artículo completo: http://revistasuma.es/IMG/pdf/57/009-022.pdf


domingo, 17 de mayo de 2015

Esos mismos Hombres -Voluntarios Argentinos en La Guerra Civil Española.- Documental del grupo "Historia desde Abajo"; Ernesto Sómmaro, Jerónimo Boragina, Gustavo Dorado, Lucas González. Jose Luis Bramante.

Documental realizado en el año 2006 por el grupo "Historia desde Abajo"; Ernesto Sómmaro, Jerónimo Boragina, Gustavo Dorado, Lucas González. Jose Luis Bramante. La solidaridad del pueblo argentino quedó plasmada en decenas de fotografías y en los testimonios de militantes políticos que recuerdan las campañas de apoyo a la República española. Pero no sólo ayuda material se brindó a España, sino que cientos de voluntarios argentinos fueron allí a luchar contra el fascismo. "Esos mismos hombres" entrevista a los protagonistas y desarrolla algunas explicaciones sobre el conflicto y sobre el papel de Argentina y de los argentinos en la guerra civil española. Recopila imágenes de archivo y testimonios Voluntarios en la Guerra como activistas del movimiento de Solidaridad con la República Española. Fanny Edelman, Luis Alberto Quesada, Italo Grassi, Arturo Simonazzi, Bernardo Llompart, R. Garcia.


Esos mismos Hombres -Voluntarios Argentinos en La Guerra Civil Española. Parte 1/3.



Esos Mismos Hombres - Voluntarios Argentinos en la Guerra Civil Española. Parte 2/3.



Esos Mismos Hombres - Voluntarios Argentinos en la Guerra Civil Española. Parte 3/3





martes, 14 de abril de 2015

"Sangre en las estrellas" de Juan Goldstraj

Estos versos, cuyo primer ciclo fue escrito entre batallas, en Puestos de Mando o en las pausas entre agotadoras sesiones de cirugía, son el Credo cósmico y humano, y el emocionado y fervoroso homenaje al sufrimiento del pueblo español y el luminoso recuerdo de su gallardía.
Al glorioso Ejército de la República Española -donde el autor se desempeño como Mayor, Cirujano Jefe del 8° Cuerpo de Ejército-; a las tierras de Cuba y México, hidalgas y fraternales, mi profunda gratitud por haberme enseñado a amar al hombre y a sufrir con él.

Juan Goldstraj

lunes, 23 de marzo de 2015

María Luisa

Por Mario Goloboff *
Página 12 - Jueves, 16 de mayo de 2013

En los años mozos, sospechábamos, intuíamos o deseábamos que existiera una vaga entelequia a la cual hoy apenas si podría definir: algo así como “un tango de izquierda”. Pensábamos que el difundido en clubes, bailes y cafetines coincidía poco con nuestras aspiraciones sociales, y tal vez sólo reflejaba un pensamiento conservador populista, que no se correspondía con la lucha de clases ni con los verdaderos intereses de los desposeídos. Ignorábamos, como suele ocurrir con casi todas las generaciones, lo que teníamos prácticamente al lado, a pocos años vista y en nuestro propio campo.

En la presente historia, el personaje protagónico ayudó bastante a mantenerla oculta. Hacia el tiempo en que los tangos “Cuando llora la milonga” o “Pa’l cambalache” se hicieron públicos y bastante conocidos (cantados hasta por don Carlos Gardel, alguno por Agustín Magaldi, por Ignacio Corsini, por Agustín Irusta, por Azucena Maizani y Mercedes Simone, por Charlo y Ada Falcón), estaban firmados por Luis Mario o por Mario Castro; nunca fue demasiado sabido que bajo esos seudónimos se amparaba la periodista María Luisa Carnelli, nacida en La Plata, en una casa cercana al Bosque, un 31 de enero de 1898 y, lo que sería una de las explicaciones plausibles para sus tempranas y fervientes adhesiones, en un hogar con otros nueve hermanos. Sin duda, algunos de ellos la inclinaron y empujaron hacia el tango, aunque también, se dijo, la censura masculina fue muy fuerte y ella misma declaró: “Mi padre, por supuesto, jamás supo que era yo quien los escribía. El no quería que yo fuera demasiado libre”. Su primer trabajo importante en la materia es de 1927 y está dedicado a Carlos de la Púa, nacido también en La Plata y llamado en realidad Carlos Raúl Muñoz y Pérez, aunque sus amigos lo apodaban “el malevo Muñoz”. Por ello, la obra fue titulada justamente “El malevo”, musicalizada por Julio de Caro, quien la llevó al disco en versión instrumental y lo grabó Rosita Quiroga. Después vinieron “Primer agua”, “Dos lunares”, “Moulin Rouge” (igualmente con música de Julio de Caro), “Cuando llora la milonga” (musicalizado por Juan de Dios Filiberto), “Mineros de Asturias” y muchos más. Hubo también algún estilo, alguna zamba y hasta rancheras y habaneras. Textos donde la voz lírica ocupa el rol masculino y subraya el lenguaje lunfardo de los mismos, como en “Quiero papita” (“Yo soy... un gil / quién me mandó/ tener mujer. / Yugar pa’vos / y no poder / tirarme un par / de lindos mangos / a la marchanta, / si es mi placer”) o en “Primer agua” (“Pa’gambetearle a la mishiadura/ entró a trabajar de engrupidor, / a un mixto le dio en la matadura / y de prepo al reaje conquistó”).

Pero no sólo respecto de la música popular fue transgresora; políticamente, se ubicó muy temprano en una izquierda entre anarquista y comunista, renunciando así a su origen medianamente burgués. Además, se casó joven, tuvo un hijo, y poco tiempo después se separó, ganándose la vida como periodista. Publicó artículos en diarios y revistas: Crítica, Noticias Gráficas, La Nación, Clarín, Caras y Caretas, El Hogar, Fray Mocho, Atlántida y otras. Desde muy joven, escribió poemas y se vinculó con círculos literarios de la izquierda, especialmente con los hermanos González Tuñón: el mayor, Enrique, tan querido por Raúl y autor de algunos títulos bellos y famosos (Camas desde un peso, La calle de los sueños perdidos), fue su pareja por cierto tiempo, y hasta algunos de sus tangos les fueron adjudicados a ellos. Su primer libro fue Versos de mujer, lo continuaron Rama frágil, Poemas para la ventana del pobre y otros más. El primero en prosa, Quiero trabajo, fue elogiosamente comentando por el intelectual faro de la época, Aníbal Ponce. Publicó muchos textos dedicados al movimiento obrero español y a los acontecimientos de España, escritos mientras estuvo allí como corresponsal de revistas y diarios, un tipo de cobertura que se daban en el momento intelectuales de todo el mundo que querían apoyar in situ a la República.

Contratada por el diario El Sol, de Madrid, a comienzos de la sublevación franquista, se sabe que visita el frente de guerra en Carabanchel en abril de 1937 y es testigo del combate entre dinamiteros de la República y tropas facciosas. El 14 de julio firma un artículo titulado “Cuerpo a cuerpo”, donde narra el asalto de unidades marroquíes franquistas contra los parapetos que defienden Madrid y se fotografía con mandos de la brigada que defiende el sector, realiza un reportaje sobre el hospital de heridos, escribe la crónica de los hombres de la 24ª Brigada Mixta y una nota sobre la importancia de mantener lejos a las niñas y niños de la artillería criminal facciosa. Hacia finales de julio, interviene en el congreso popular de solidaridad convocado por el Comité Provincial del Socorro Rojo Internacional, comparte la mesa directiva con los líderes de la defensa de Madrid, el general José Miaja y el comisario de las Brigadas Internacionales Luigi Longo (quien combatía con el seudónimo de “Gallo”; el mismo que, en 1964, tras la muerte de Palmiro Togliatti, sería secretario del PCI). El 2 de agosto, en la comida organizada por el Socorro Rojo Internacional en Madrid, María Luisa recita el poema “Madrid-Noviembre”, que consagra el heroísmo de los madrileños. También en noviembre asiste a las trincheras de la sierra de Madrid y comparte hambre, frío y penurias con los milicianos instalados allí, a quienes intenta levantar la moral con su presencia y sus palabras, que reflejará luego en la crónica. Por esa época, asimismo, se encarga de la sección femenina en la revista Blanco y Negro, semanario cultural del ABC, y además publica varias colaboraciones en el propio diario: “Veteranos y reclutas”, “Guarderías infantiles”, “La siembra de la nueva cultura”. Finalmente, para su despedida por regresar a la Argentina, el Socorro Rojo organiza un acto en septiembre del ’38 con la presencia de mandos del ejército popular de la República, entre ellos el comandante Carlos (Vittorio Vidali o José Díaz, el legendario fundador del Quinto Regimiento) y el coronel Ortega (jefe de la Columna Ortega, que integró la 40ª Brigada Mixta), y de la poeta María Teresa León. Emocionada, María Luisa aseguró que mantendría su compromiso con la República y lo llevaba a su país desde la Península Ibérica.

Uno de los últimos hechos curiosos de su vida, que los tuvo tantos, fue que hacia los ’50, durante el primer peronismo y en medio de la justa reivindicación de las producciones nacionales, intentó con Sebastián Piana introducir el “Tam Tam”, pero Raúl Apold no le dio ningún curso. Lo cuenta en un reportaje que se le hace pocos años antes de morir, en el que agrega: “Ha habido una penetración imperialista de fabulosos capitales que ha permitido que el tango vegete, mientras los demás ritmos lo iban ahogando. Hubo épocas en que se obligaba a ejecutar un 50 por ciento de música nacional. Fue cuando a mí se me ocurrió crear ese nuevo ritmo. Que para mí era muy argentino”. Falleció el 4 de mayo de 1987, en el umbral de los 90 años.

* Escritor, docente universitario.

Link original: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-220125-2013-05-16.html


miércoles, 11 de marzo de 2015

Codovilla en Paracuelos

ANTONIO ELORZA - El País
1 NOV 2008

Victorio Codovilla
"Las heridas de la Guerra Civil -ha escrito Ian Gibson- sólo se curarán definitivamente cuando ambos bandos acepten la verdad de lo que pasó en sus respectivas retaguardias durante la contienda franquista". Por eso, aun cuando el auto del juez Baltasar Garzón estuviera plagado de todos los errores que le atribuyen sus detractores, resulta innegable que ha tenido la virtud de poner las cartas sobre la mesa. De los dirigentes nazis a Karadzic, una calificación adecuada de los crímenes vale más que una cascada de libros.

Documentación exhaustiva, metodología adecuada y ponderación son los requisitos para que los resultados del análisis cumplan su papel sobre la conciencia cívica. El trabajo de Gibson viene siendo a este respecto ejemplar, y muestra de ello fue su libro de 1983 sobre Paracuellos, la matanza organizada de derechistas en noviembre de 1936. Nada tiene que ver la condena de la sublevación militar de julio por consistir en un genocidio, esto es, en el intento en buena parte logrado de aniquilar físicamente a la izquierda española, con el necesario reconocimiento de que en la España republicana hubo asesinatos de masas. No genocidio, pues fueron respuesta puntual a la coyuntura creada por la rebelión. Su análisis prueba que tampoco era "la República" responsable, ni hubo excesos "republicanos", como sugirió Carrillo en un programa nocturno de TVE, a diferencia de lo sucedido en la España de Franco.

Gibson mostró que tanto en Paracuellos como en posteriores "sacas" de noviembre de 1936, en el crimen nada hubo de improvisado ni de accidental, aunque sí de respuesta a una circunstancia de excepción: el Ejército de Franco a las puertas de Madrid. Fue entonces adoptada una pauta de comportamiento estrictamente leninista con precedentes en la guerra civil rusa. El Gobierno republicano acababa de abandonar Madrid y la Consejería de Orden Público en la recién creada Junta de Defensa quedó en manos de un joven comunista, Santiago Carrillo, en tanto que como delegado de Orden Público resultó nombrado un colaborador suyo en las Juventudes Socialistas Unificadas, Segundo Serrano Poncela. Es éste quien asume la responsabilidad formal de las "sacas" y visita la Cárcel Modelo el 7 de noviembre de 1936 tras ordenar que sean seleccionados los "militares" y los "hombres de carrera y aristócratas". Objetivo: suprimir a futuros cuadros civiles y militares franquistas de caer Madrid. El hecho de que tales sacas cesasen inmediatamente el 4 de diciembre, al sustituirle el anarquista Melchor Rodríguez, confirma que la responsabilidad de los crímenes fue comunista. El representante del Partido Nacionalista Vasco (PNV) en Madrid, Jesús Galíndez, y, verosímilmente siguiendo sus informes, el ministro Manuel Irujo, lo confirman y señalan por su nombre a Santiago Carrillo (ver Los vascos en el Madrid sitiado y el informe de Stepanov a Moscú, de 30 de julio de 1937).

Ahora bien, una decisión de tal calibre no podía ser tomada por los dos neocomunistas. Gracias a la documentación del Archivo de la Internacional Comunista sabemos que al frente del PCE, entre 1932 y 1937, no se encontraba José Díaz, ni menos Pasionaria. Todo pasaba, y en primer término la comunicación telegráfica con Moscú, por el representante de la Comintern en Madrid, el argentino Victorio Codovilla, organizador luego en México, según Vittorio Vidali ("comandante Carlos"), del asesinato de Trotsky y recompensado por su larga trayectoria estaliniana con un nicho en el muro del Kremlin. Es él quien a fines de agosto, en telegrama cifrado, lamenta el asalto mortífero a la Cárcel Modelo. No le gustan los incontrolados, pero sí la represión. A fines de julio de 1936 transmite a Moscú la disparatada impresión de que la sublevación está vencida. Piensa que el peligro es anarquista. Solución: "Se aplicará ley revolucionaria".

En noviembre, vacío en los telegramas consultados, salvo cuando el día 23 Codovilla informa a Moscú que los documentos de fusilados están disponibles. Todos sabían dónde residía el centro de decisiones. Para describir la posición de Codovilla, André Marty no encuentra otra palabra que la de "cacique" que "resuelve todo él mismo". Cuando el periodista soviético Kolstov se informa en la noche del 6 al 7 de noviembre con Pedro Checa, secretario de Organización del PCE, sobre qué se va a hacer con los detenidos y éste explica la conveniencia de "elegir a los elementos más peligrosos", garantizando que "no se escaparán", Checa es la mano derecha de Codovilla.

La pirámide del mando en una organización comunista no admite iniciativas espontáneas. A Carrillo implícitamente y, de cara al exterior, a Serrano Poncela, les tocará la responsabilidad institucional. Sirvieron de instrumentos conscientes. Avalada o no por Moscú, la decisión de los asesinatos masivos de noviembre del 36 sólo pudo ser tomada por el delegado de la Internacional Comunista en España.

Link original: http://elpais.com/diario/2008/11/01/espana/1225494011_850215.html



Cuando había héroes

GRACIELA MOCHKOFSKY: TIO BORIS. El retrato de un militante de ley, los vaivenes del Partido Comunista argentino y los avatares de la Guerra Civil Española confluyen en una investigación que no desdeña el tono de la novela negra.

Por Sergio Kisielewsky - Página/12
DOMINGO, 23 DE JULIO DE 2006

Tío Boris
Graciela Mochkofsky
Sudamericana
269 páginas.

Cuentan los viejos militantes de la Federación Juvenil Comunista que en la década del 60, al ingresar a la política, oían hablar de los actos heroicos de Boris, como se llamaba al militante Benigno Mochkofsky, quien había sido torturado en la cárcel de Ushuauaia y pasado por un campo de reclusión en la isla Martín García. Por cierto no es el mismo relato que escuchó Graciela, su sobrina nieta, autora de una comprometida biografía sobre Timerman, durante una sobremesa en la casa familiar donde salió el disparador: “Por qué no escribís sobre tío Boris?”.

Es allí donde la periodista pone manos a la obra y reconstruye una época histórica donde se cruzan los años de la lucha contra el fascismo, el ascenso de Hitler y la inminencia de la Segunda Guerra Mundial. El libro, en consecuencia, atraviesa un campo de batalla: el de la Guerra Civil Española.

Boris nació en 1911 y murió en 1975. Era pelirrojo, fumaba habanos gruesos y trabajó en el puerto y en la industria metalúrgica. Participó en huelgas y creó organizaciones sindicales. Estuvo preso en condiciones humillantes en el penal de Ushuauaia durante la dictadura de Uriburu.

Con el tono, por momentos, de la mejor novela negra y con un sostenido suspenso, Graciela Mochkofsky va atando cabos sobre la historia del Partido Comunista argentino. Para ello entrevista a dirigentes y militantes, tarea nada sencilla según se va revelando en la trama, y se acerca a los testimonios teniendo muy presente el subtítulo del libro: un héroe olvidado de la Guerra Civil Española.

Prácticamente de la nada se va construyendo un itinerario que toma lo mínimo y lo máximo, desde el lechero escuchando las reuniones políticas hasta la llegada del peronismo al gobierno, todo suma al retrato de época.

La obra se interroga sobre el sentido del heroísmo y aún más, da luz sobre uno de los personajes más enigmáticos del comunismo argentino: Victorio Codovilla. Su descripción es todo un punto de referencia. “Codovilla ya tenía la cara rechoncha, una cintura de tonel y un apetito que ninguna comida saciaría. Hizo un hábito de fumar en pipa y llevar consigo un bastón, con el que propinaba golpizas a sus rivales anarquistas.”

Codovilla fue testigo de los primeros años de la Revolución Rusa, lo que marcó a fuego su visión del mundo. Estaba en Moscú en 1925 cuando se desplazó a Trotsky del Comisariado de Guerra y “reducido a ejecutar tareas menores”. Vio de cerca la lógica del poder stalinista, el mismo poder que lo envió a crear el Partido Comunista en España. Es allí donde su historia confluye con la de Tío Boris.

Graciela Mochkofsky viajó a España y hurgó en viejos archivos secretos, aplicando una lupa desprejuiciada sobre los orígenes de la Guerra Civil Española. En especial sobre la correlación de fuerzas políticas antes de la llegada de Franco y el nacimiento de las Brigadas Internacionales que dirigía el belga André Marty. A los veintidós años, Boris llega a España. Se acercó a los comunistas y en poco tiempo pasó de ser integrante de los grupos de autodefensa a comandante del Quinto Regimiento del Ejército Popular. A partir de este punto, Tío Boris da un salto más, contando cómo un intento de golpe de Estado fascista conduce al país a una guerra civil que duró tres años y causó más de un millón de muertos.

En cada relato de guerra se potencia la información sobre los hechos.

Allí se encuentra la “ayuda” alemana a Franco y las responsabilidades de los gobiernos de Occidente ante la devastación y el martirio en la tierra de Antonio Machado. También circulan los relatos de la batalla del Ebrocon los brigadistas de Lister cantando en seis lenguas “La Internacional” y el coraje derramado en la defensa de Madrid. El “No Pasarán” está presente en el libro, documentado y con las venas abiertas en cada batalla que se libra.

En cada párrafo se advierte el rigor de una investigadora junto al vuelo de una escritura en clave de ficción. Entre la saga familiar, las alegorías y las banderas antes y después de los combates, Tío Boris indaga en las causas por las que miles de hombres y mujeres dejaron de ser ellos para ir al encuentro de las epopeyas colectivas.

Link original: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-2167-2006-07-24.html



lunes, 2 de marzo de 2015

El dolor medido en tiempo y distancia

Fotógrafo Gustavo Germano
El fotógrafo Gustavo Germano presentó Distancias, la secuela de un trabajo iniciado con Ausencias y que refleja las distintas formas de persecución que utilizan las dictaduras contra sus opositores. La exposición retrata, entre otros, el caso de dos exiliados que viven desde hace más de cincuenta años en Rosario. El año próximo se exhibirá en el Museo de la Memoria.

Por Juan Cruz Varela - Página/12 - 7 de octubre de 2012

Desde Paraná

Ya desde la época de los antiguos griegos el exilio político ha sido una constante en la historia de la humanidad. El imperativo de emigrar como alternativa de supervivencia; un viaje donde las valijas no tienen más que dolor, tristeza y sobre todo el pánico, la desesperación y el vértigo propios de los tiempos marcados a fuego por el autoritarismo.

Hubo muchos que no pudieron elegir, que fueron persuadidos o empujados al exilio; algunos simplemente no tuvieron tiempo; y otros directamente prefirieron correr el riesgo y pelearla desde adentro. La guerra civil española que se sacudió a ese país entre 1936 y 1939 y la dictadura franquista que se extendió hasta 1975 dejó un pueblo diezmado y una España -como dice el poeta-, la republicana, debió refugiarse.

Eso refleja Distancias, la segunda parte de una trilogía donde el fotógrafo entrerriano Gustavo Germano trabaja con las formas de persecución y exterminio que las dictaduras utilizan contra sus opositores. Es la secuela de Ausencias, ese brillante trabajo donde muestra de manera brutal el impacto de la desaparición forzada de personas en la Argentina; y la precuela de un trabajo que vendría a completarse con la privación ilegal de la libertad en las cárceles o centros clandestinos de detención en la actualidad.

A partir de 2008, Germano se entrevistó con exiliados republicanos españoles que abandonaron el país y ya no volvieron. Intelectuales, obreros, empleados, profesionales, estudiantes, docentes pasaron por innumerables ciudades del mundo. La mayoría quedó en Francia, una parte muy grande fue a parar a México, otros a la Unión Soviética, Chile y unos pocos a la Argentina. Para ellos no había otra opción, era una opción de vida, de sobrevida, a pesar de lo que significaba estar lejos. "Uno, cuando piensa en el exilio, remite al momento de la partida, pero el verdadero dolor del exilio lo marca el tiempo", señaló Germano, desde Barcelona, en diálogo con Rosario/12.

Las imágenes muestran los rostros juveniles previos a la partida y luego sesenta, tal vez setenta, años después. Las dos fotografías, expuestas una al lado de la otra como gigantografías, con ellos en la misma pose, muestran el transcurrir de una vida entera y eso conmueve, eriza la piel. Eso refleja la muestra conjunta Ausencias + Distancias que el viernes se presentó en el Museo Provincial de Bellas Artes Pedro E. Martínez de Paraná, donde permanecerá algunas semanas más y desde allí iniciará su itinerancia que la llevará el año próximo al Museo de la Memoria de Rosario.

El exilio de la legalidad

Las fotografías ponen en evidencia el tiempo transcurrido desde aquel exilio forzado y más: es el tiempo y la distancia que hay entre aquel que se fue de la tierra que lo vio nacer y a la que nunca más volvió y el hoy. Son el tiempo y la distancia del exilio. Son las historias de Carmen Alonso de Fernández y Carlos Pereda Elez-Villarroel -y tantos otros-, que hace muchos años eligieron a Rosario para vivir y, seguramente, para morir.

"El caso del exilio republicano es paradigmático por diversas razones: una de ellas es que no fue el exilio de un grupo político sino de la legalidad. La Segunda República Española existía y hubo un golpe de Estado, que tardó tres años en consumarse y eso fue la guerra civil. Algunos murieron, otros estaban presos y otros se fueron. Esa es la España que se fue, 500 mil personas que cruzaron las fronteras, todo un país", resumió Germano sobre la gestación de Distancias, un proyecto que lo llevó a recorrer cinco países buscando esas historias.

-¿Cuándo empezaste a trabajar con Distancias?

-Una vez que Ausencias empezó a rodar, unos meses después, viendo este paralelo de imágenes y la temporalidad que funcionaba para hablar de la desaparición forzada de personas, empecé a pensar si esta mecánica de trabajo podía servir también para indagar acerca de otros métodos que han utilizado las dictaduras para perseguir a los opositores. Porque las dictaduras no solo matan y desaparecen, también encarcelan y destierran.

-Dentro de ese multicolor de gente que fue expulsada al exilio, ¿cómo armaste el criterio de selección de las fotografías?

-Lo que busqué fue hacer un mapa, no solo del destino, sino de algo que también iba emparentado con el origen político de los exiliados: la gran mayoría de los anarquistas quedaron en Francia, porque no tenían capacidad operativa ni partidos políticos que les gestionaran su salida hacia otros lugares, y ellos fueron los que peor la pasaron porque enseguida se chuparon también la segunda guerra mundial; a Rusia fueron a parar los más vinculados con el Partido Comunista; México fue el más abierto en cuanto a la cantidad y a la formación política de la gente que recibió. Y en cuanto a la Argentina, siempre tuvo mucha tradición republicana, pero cuando terminó la guerra civil estaba (Roberto) Ortiz como Presidente y dispuso el cierra de las puertas al ingreso de ciudadanos españoles, entonces mucha gente entró al país diciendo que estaban en tránsito, a Bolivia o Chile por ejemplo, y algunos se quedaron. Pero la acogida que hubo a los exiliados de la guerra civil española no es para nada significativa.

-Ausencias en parte es el reflejo de tu historia personal, ¿hay también algo de ello en Distancias?

-Hay un punto que no tiene comparación: yo estoy acá por decisión propia y puedo volver en cualquier momento. Es cierto que también hay otros tipos de exilios, como el exilio económico de aquellos que se ven empujados a buscarse la vida en otro lugar porque no lo encuentran en su tierra y eso tal vez me sirvió para reflexionar sobre la distancia. Creo que en Argentina el exilio no está visto como un castigo tan tremendo y realmente me parece muy injusto. El destierro es una de las formas más antiguas de castigo y en el caso del español, y particularmente de los casos que yo retraté, se torna más dramático y alcanza su verdadera dimensión porque nunca más pudieron volver.

Link original: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/12-35890-2012-10-07.html


lunes, 23 de febrero de 2015

De la Guerra Civil Española hasta Rosario sólo por amor

La historia de Carmen, quien se enamoró de un soldado republicano que se refugiaba en su casa cuando era niña.

Por Arlen Buchara.- El CiudadanoWeb
Publicado el 4 febrero 2013

“Mi marido siempre me decía que hay que festejar el día que naciste. Yo nací el 2 de abril de 1926 pero me anotaron el 21, porque en ese entonces en España no te daban el día en el trabajo para ir al Registro”. Carmen nunca dice Manuel, ni tampoco Manuel Fernández León y mucho menos Comandante Flórez. Carmen dice: “Mi marido”, como si estuviera ahí cerca, a punto de aparecer por la puerta, aunque hace ya muchos años que partió.

María del Carmen Alonso Fernández es de Oviedo, Asturias, del barrio de Latores. En realidad lo fue hasta los 28 años, cuando emigró a la Argentina para cumplir con una promesa hecha 6 años antes a Manuel, quien lograba, por fin, salir de España en un barco atunero con dirección a Francia, luego de 11 años de fugitivo en las montañas de Asturias.

“Cuando llegó la guerra yo tenía 10 años. Fue muy feo, porque las guerras no son buenas nunca, no tendrían que existir. Los primeros días éramos 4 familias refugiadas, estábamos en una casa grande, vieja, antigua. De noche se estiraban los colchones y de día se ataban”, cuenta la española, con un acento tan marcado que pareciera que no pasó un día desde su desembarco. “Nosotros éramos socialistas, mi padre era socialista y mi madre también”, cuenta. Durante la guerra y varios años después, en la casa de Carmen se refugiaban ex soldados de la República, ahora guerrilleros. Muchos de ellos vivían clandestinos en las montañas, y paraban algunos días en casas de familia para comer, lavarse, y tratar de dormir sin sobresaltos. “A veces venían 4 ó 5 fugitivos que buscaban para enlazar con otros y organizar la lucha clandestina. Mi padre nos decía: «Dejen la cama para estos hombres que no duermen nunca en cama. Ustedes duerman en el piso», y dormíamos en el piso”, viaja hacia atrás Carmen. Y uno de estos hombres era Manuel.

Manuel Fernández León, conocido como el Comandante Flórez, fue un guerrillero asturiano que combatió en distintos frentes durante la Guerra Civil Española. Cuando cae Asturias, en 1937, se traslada a las montañas junto con otros revolucionarios y permanece en la clandestinidad por 11 años. Durante ese tiempo, la casa de Carmen era uno de sus refugios.  “Yo tenía 13 ó 14 años cuando lo conocí y no me pasaba nada. Yo era una niña, jugaba todavía con las muñecas”. Manuel era 20 años mayor que Carmen, pero “fue creciendo el tiempo”.

“Cuando yo ya era una señorita tenía varios pretendientes, pero no me enamoraba ninguno, no había caso”, cuenta la española. Uno de los pretendientes era un hermano de un amigo de Manuel. “Mi marido me decía que no me ponga con ése, que era un borracho, pero eso era mentira: lo que pasaba es que él ya me había puesto el ojo”, cuenta.

Por ese entonces, la situación de España era cada vez peor. “La persecución política era muy fuerte, mataban y torturaban gente todo el tiempo, y a nivel económico era terrible”. La familia de Manuel se había exiliado en Francia, su padre era un reconocido sindicalista, ya veterano, y con ayuda de organizaciones de mineros ingleses habían logrado salir y establecerse en el país vecino. Desde Francia consiguieron que un barco atunero que iba a Asturias juntara a los fugitivos que quedaban en el puerto y los sacara del país. Se reunieron 29 personas, que viajaron a pie durante dos noches, en plena oscuridad, para no ser descubiertos. Hasta que llegaron a la costa. “Un amigo que se casaba les dijo que iba a hacer la fiesta de despedida de soltero esa noche y los iba a invitar a los de la Guardia Civil, así podían salir tranquilos”, recuerda Carmen.

“Antes de marchar, le tuve que alcanzar unas cosas a donde él estaba, y ahí fue me que dijo: «Bueno, mañana ya salgo, si te reclamo, ¿vas para Francia conmigo? Yo me caso contigo nada más que llegues allí»”.  Ahí, junto con el exilio, empezó un largo noviazgo por carta. Manuel le escribía haciéndose pasar por una amiga de ella.  Finalmente, en 1951, doce años después del fin de la Guerra Civil y tras dos años de exilio en Francia, Manuel viajó a Argentina, donde tenía un amigo, un compatriota, viviendo en Rosario. Ya establecido en la ciudad, envió a su novia un pasaje en un barco que salía de Barcelona. Un pasaje sólo de ida. Días antes de su partida de España, Carmen recibió una carta del gobierno prohibiéndole salir. Pero  ella ya tenía la decisión tomada: “O me iba o me echaba al mar”, dice. Con esa decisión  se encaminó a Barcelona, arriesgándose a ser detenida. “Cuando soltaron las amarras del barco, pegué un grito y empecé a llorar a todo lo que daba. Todos cantaban «Adiós mi España querida, dentro de mi alma te llevo metida» y yo lloraba a gritos, no me podía contener. Era libre”.

En cada puerto de mar, la asturiana encontraba una carta de su prometido. Finalmente un 27 de julio arribó a las costas rioplatenses. Era 1954. Un mes después, el 27 de agosto, Carmen y Manuel se casaban, en Rosario.

En Argentina las cosas no fueron fáciles. Él trabajó de astillero por un tiempo y luego fue metalúrgico. Ella zurcía medias. Mal que mal, se fueron haciendo lugar en la ciudad adoptiva. Tuvieron dos hijos, en los 60. Y no volvieron a pisar suelo español hasta 1982, después de 40 años de dictadura del “generalísimo”  Francisco Franco. España, al fin, volvía a la democracia. Fue entonces que sus compañeros de lucha les enviaron pasajes para que pudieran regresar y asistir a distintos homenajes que se habían organizado para los sobrevivientes.

Su hija cuenta que de pequeños no tenían la dimensión del lugar de lucha y el reconocimiento que su padre había tenido. “Él tenía un perfil muy bajo, incluso cuando volvió en el 82 contaba algo, pero tampoco demasiado. Es más, se había vuelto bastante pacifista, no tenía esa cosa reivindicativa. Ella sí, como que tiene más garra”, dice sonriendo.

En 1986, poco antes de cumplir 80 años, el Comandante Flórez falleció. “Estaba muy enamorada de él. Y lo sigo estando”, dice Carmen ahora, 27 años después.

Link original: http://www.elciudadanoweb.com/de-la-guerra-civil-espanola-hasta-rosario-solo-por-amor/


domingo, 22 de febrero de 2015

Homenaje a Fanny Edelman y a los Brigadistas Argentinos en la fiesta del PCE el 17 de septiembre de 2010

En San Fernando de Henares (Madrid)

por Mª José Barreiro López de Gamarra
24 de septiembre de 2010 - Radio BCN Estación Mediterránea ABF

Fanny Edelman, argentina.
Ayuda internacional. Socorro Rojo.
Palabras de Fanny Edelman en el Acto por el 78 Aniversario de la II República Española (Foro La Guerra Civil Española):Este martes se cumplen siete décadas del motín fascista que disparó la Guerra Civil Española. Fanny Edelman, 95 años, recuerda los grupos internacionalistas que defendieron la República. Líster, La Pasionaria y otras figuras de la gesta.
El 18 de julio de 1936 el generalato fascista se alzó contra la Segunda República española. El general José Sanjur-jo, viejo conspirador, había fogoneado la asonada desde su exilio en Portugal mientras el general Emilio Mola, en Pamplona, daba los últimos toques al plan de acción. Francisco Franco abandonaba Canarias para ponerse al frente del que creían no iba a ser sino un golpe de mano. Los secundaban los generales Queipo del Llano, en Sevilla, y Manuel Goded, en Barcelona. Otro general, Joaquín Fanjul, se había parapetado en el cuartel de la Montaña, en el corazón de Madrid, aunque no podría resistir el sitio de las tropas leales a la República. Daba comienzo lo que sería una larga noche para los españoles y para Europa. Al mismo tiempo y muy a pesar de los confabulados, nacía uno de los relatos más bellos y heroicos del siglo XX: el que escribieron comunistas, anarquistas, socialistas durante los tres años de Guerra Civil. Fanny Edelman era una joven de 26, militante argenti-na del Socorro Rojo, cuando viajó a Barcelona para incorporarse, junto a su compañero Bernardo Edelman, a los grupos de internacionalistas que se sumaron a la defensa de la República. Hoy, con 95 años que no le impiden ir al teatro, al cine y a dar largas caminatas desde la sede de su partido en la calle Entre Ríos hasta el austero y cálido departamento de San Telmo, asegura que a pesar de los pesares, esos tiempos fueron los más felices. “Pasé momentos duros, descuidé en parte a mis hijos –reconoce–, pero, así y todo, no cambiaría mi historia por la de aquellos que sólo ven pasar la vida”.

–Vengo de una familia muy modesta, de San Francisco. Mi padre era obrero de los molinos Minetti y mi madre un ama de casa sacrificada, volcada a cuidar a los hijos. El era rumano y ella rusa. Yo tenía trece años cuando vinimos a Buenos Aires. Vivíamos en Tucumán y Gallo, a dos cuadras del Abasto. Soñaba con ser médica pero en aquella época eran los varones los que tenían la prioridad para estudiar. No pude entrar a la facultad, pero seguí con la música, que me gustaba mucho, después de mudarnos a Vicente López empecé a frecuentar gente muy interesante: Riganelli, Hebecquer, Alvaro Yunque, que me ayudó muchísimo con mis inquietudes sociales.
–Y las intelectuales, me imagino.
–Por supuesto, aunque mi padre era un gran lector y nos había educado en el amor a los escritores rusos. Como eran los años del golpe de Uriburu empecé a trabajar en solidaridad con los presos comunistas y anarquistas. Y me incorporé al Socorro Rojo. Fue allí que me propusieron afiliarme al Partido Comunista. Dije que sí, sin saber qué era el comunismo ni cuáles eran sus ideales y me llevó un tiempo comprender que la dictadura y las condicio-nes de vida del pueblo tenían una relación íntima. Esos años, ‘34, ‘35, ‘36 fueron determinantes para mi futuro: me había convertido en militante y había conocido al que sería mi compañero para siempre. Era periodista de La Van-guardia y lo habían echado porque no coincidía con la línea política de la dirección del Partido Socialista. Se fue con un grupo de izquierda y empezó a trabajar, como periodista también, en la Federación Nacional de la Cons-trucción, muy poderosa, como se demostró en la huelga general del ‘36. En ese mismo año, Bernardo Edelman y yo nos casamos. Al poco tiempo estalló la Guerra Civil Española y nos cambió la vida. Los argentinos y los grupos de italianos y españoles dimos origen a un movimiento solidario que adquirió una presencia enorme en el país, pese a la Sección Especial. Fue una labor increíble de ayuda material y política, comida, ropa, ajuares tejidos por las mujeres de aquí para los bebés que nacían en el bando republicano. Contábamos con el apoyo de Angel Gallardo, el embajador de la República Española, un católico militante a quien no le preocupaba que la ayuda proviniera de socialistas, comunistas y anarquistas. Fue en la Federación Nacional de la Construcción que mi compañero escuchó hablar por primera vez de las Brigadas Internacionales y resolvió, junto a un amigo, alistarse con ellas. Llegó a casa y me dijo “¿Qué te parece si me voy?”. Yo le contesté: “Nos vamos”.
–¿Viajaron solos?
–No, con nosotros iban españoles, búlgaros radicados en Comodoro Rivadavia, unos albaneses que vivían en la periferia y un periodista argentino cuyo nombre no me puedo acordar. Eramos diez o doce. En agosto o septiembre del ‘37 llegamos a Amberes. De Amberes nos fuimos a París, donde se coordinaba toda la acción solidaria mundial. Se palpaba el despertar antifascista que, de todas formas, no empezaba con la República Española: ya en el ‘33, Henri Barbusse, Romain Rolland, Thomas Mann y el propio Einstein habían convocado a una reunión de intelectuales alertando sobre el peligro que representaba el nazismo en Alemania. Por esos días, en París se había inaugurado la Exposición Internacional y como teníamos un rato fuimos. Nos encontramos con el Guernica, una obra impresionante, imponente. Ahí, en París, nos arreglaron los papeles, la entrada a España por Perpignan y el destino final, en Madrid. En Madrid tomé contacto con las milicias populares, germen del ejército popular que unificó las guerrillas, porque hasta ese momento cada uno tenía su dirección y era imposible garan-tizar la defensa de Madrid.
–¿A quiénes reportaban?
–Yo al Socorro Rojo y él a la Unión de Juventudes Socialistas. El representaba al Movimiento de Solidaridad con España, que editaba La Nueva España, una publicación con una tirada de sesenta mil ejemplares. Mi compañero era el corresponsal en los frentes de guerra. El Socorro Rojo tenía como tarea fundamental abastecer las necesi-dades de las tropas, la distribución de alimentos, ropa, calzado y la atención a los familiares de los combatientes. La política de ingleses, franceses y norteamericanos fue de una perfidia inimaginable. Hasta tal punto que, cuando salimos de España, la carretera hacia París estaba colmada de pertrechos que el gobierno francés no había dejado pasar.
–Si tuviera que elegir una figura de la Guerra Civil...
–Las figuras femeninas más relevantes fueron, sin duda, Pasionaria, Federica Montseny y Margarita Nelken. Ten-go, en lo personal, un gran recuerdo de Pasionaria. Para mí fue la gran protagonista de ese proceso, su palabra erizaba la piel, era tan grande su voluntad de transmitir a los soldados, al pueblo, la certeza de los ideales, la justeza de la lucha... Y la entrega. Una entrega total. Fue para mí la más grande, incluyendo a Negrín. Después la cultivé a Dolores, en la Federación Democrática Internacional de Mujeres, cuya secretaría ejercí a partir de 1972 y después de su exilio de Madrid. Tenía tanto dolor, tanta nostalgia de España, tanto deseo de no morir antes de volver a su patria. Lo consiguió, pero dejó un hijo, Rubén, que murió en la batalla de Stalingrado. Nunca pudo superar su muerte, la tocó profundamente, fue terrible para ella, aunque Pasionaria ya había perdido otros cuatro hijos, de hambre, anemias y enfermedad en Asturias. De los seis hijos que tuvo, al final le quedó sólo Amaya, que está ahora dirigiendo la Fundación Dolores Ibárruri en Madrid. A mí me maravillaba la fuerza de su palabra... La recuerdo hablando en un mitin, en París. La gente la aplaudía, la vitoreaba aunque no entendía el castellano, se emocionaba como si hablara en francés. Aquel fue un período determinante para mi vida y la de mi compañero.
–¿Y las Brigadas Internacionales, Fanny?
–Las Brigadas fueron, a mi juicio, una de las manifestaciones más altas de la solidaridad humana. Al frente esta-ban los dirigentes de los partidos socialistas y comunistas que huyeron de las dictaduras nazis y fascistas. Estaban Togliatti, al que en España conocíamos como Ercoli; Luigi Longo, que, aunque no recuerdo muy bien, creo que fue uno de los coordinadores de las actividades de las Brigadas; Hans Beimler, un alemán diputado del Reichstag, que murió en combate. En un viaje que hice a Europa, les dije a mis compañeros que quería visitar su tumba. Yo sabía que estaba enterrado en Montjuich. Bajé en Barcelona y busqué su sepultura, pero no la encontré. Conocí también a Antonio Prado, que en 1938 convocó una gran campaña de invierno del Socorro Rojo. Hacía un frío espantoso y los combatientes no tenía ropa ni calzado suficientes para soportar esas temperaturas. Resultó conmovedora la reacción del pueblo; la gente se desprendía de sus propios abrigos, de sus propios zapatos para mandarlos al frente.
–¿Conoció a Santiago Carrillo en esos días?
–Sí, Carrillo estuvo aquí, clandestino, una vez terminada la guerra.
–¿Y a Santiago Alvarez, que según creo fue fundador del Quinto Regimiento?
–Claro que lo conocí. Santiago era el presidente del Comité de Amigos de las Brigadas Internacionales. Fue uno de los fundadores del Quinto Regimiento, pero el jefe era Enrique Líster. El comisario político era Carlos, Carlos Contreras le llamábamos, aunque su verdadero nombre era Vittorio Vitali, secretario del Partido Comunista de Trieste, un personaje muy interesante, un hombre de una enorme cultura y de una enorme inteligencia, que nos enseñó a comprender cosas que todavía no teníamos del todo claras y me enseñó a leer entre líneas. Yo trabajé con María, su compañera, maravillosa, modestísima, de una gran capacidad intelectual. Ella era una de las dirigen-tes del Socorro Rojo. Años más tarde, leyendo una revista, me enteré que María había muerto en un taxi, yendo a una consulta con el médico. Y aunque le parezca mentira, recién allí, en 1942, supe que mi querida y admirada “María” era Tina Modotti.
–¿Abandonaron Madrid antes o después de la caída?
–Antes. Después nos trasladamos a Valencia porque el gobierno se había establecido ahí y luego, siempre junto al gobierno, a Barcelona. El viaje de vuelta fue muy doloroso. Regresé a España después de la muerte de Franco y en el ‘96, convocada por los Amigos de las Brigadas, y pasé por Gernika. El árbol había florecido. Era otra España. Aquella del ’36 no existía más. Esa historia había sido sepultada, ocultada. Pensé mucho en una com-pañera del Socorro Rojo, Matilde Landa, pertenecía a una familia muy rica, de la alta burguesía. La familia huyó y ella resolvió quedarse. Fue capturada y ejecutada. En fin... ¡ese famoso Pacto de la Moncloa! Ese Pacto fue una responsabilidad de todos los partidos, incluido el Partido Comunista de España, que se adhirió a esa falsificación.
–¿Cuáles fueron sus tiempos mejores?
–Es muy difícil. Pero dentro del horror de la guerra fueron felices los años de la Guerra Civil, muy felices porque me dieron tanto, aprendí tanto, me identifiqué tanto con aquella causa que hasta hoy me siento parte de es pueblo, sigo las cosas de España, sufro por lo que les pasa.
–¿Si pudiera, qué borraría de su historia?
–Nada. No me arrepiento de nada. Me he equivocado, pero no me arrepiento de nada. Pasé momentos malos, sombríos, descuidé quizás a mis hijos, pero tenía poderosas razones.
–¿Se lo reprocharon?
–Alguna vez, sí, alguna vez. Pero mire, yo viví una tragedia muy grande. En un viaje que hicimos de Mendoza volcó el auto que manejaba mi marido. Quedó parapléjico. Tenía treinta y ocho años. Fueron veintidós años en esas condiciones. Hubo que remontar la situación, mantener la unidad del hogar y convencerlo de que la vida no se había terminado, que la vida exigía y seguía; había que lograr que saliera a la calle en su sillón de ruedas y terminara su interrumpida carrera de abogado; había que lograr que trabajara como abogado. Mi hija tenía ocho años y mi hijo tres. En esa etapa, él insistió para que yo no dejara la actividad. Mi rol de madre quedó en parte a cargo de una compañera catalana que estaba exiliada aquí. Pero éramos tan amigas, compartíamos tantas cosas, lo hizo con tanto amor que creo que casi no sintieron esa sustitución. Además, fueron enormemente solidarios, defendieron a su padre y me defendieron. Estoy muy orgullosa de mis hijos.
–A usted le gusta la música, ¿cuál es su canción preferida?
–...“La Internacional”.
–Y también le gusta la literatura, ¿a quiénes relee?
–A Lorca, a Hernández, a Vallejo, a Miguel Angel Asturias, a Paul Auster.
–¿A quiénes reconoce como maestros?
–A Marx, a Engels, a Lenin.
–¿Un día de felicidad?
–El día en que me afilié al Partido Comunista.

Link original: http://agenciabarreiroforever.blogspot.com.ar/2010/09/homenaje-fanny-edelman-homenaje-fanny.html


viernes, 30 de enero de 2015

Mika Etchebéhère, una revolucionaria al mando de milicianos

El mando que ejerció durante la Guerra Civil española en el Ejército republicano no fue la única experiencia destacable de la vida apasionante de Mika Etchebéhère. El colectivo Cambalache acaba de reeditar Mi guerra en España. Testimonio de una miliciana al mando de una columna del POUM, un libro escrito por ella y publicado en España en 2003 por Alikornio.

Amaya Caunedo / Historiadora.
Publicado en diciembre 24, 2014 por Redacción


Moisés Ville (traducción al francés de Kiriat Moshé, “Pueblo de Moisés”) fue la primera colonia judía agrícola independiente de la República Argentina, fundada en 1889. Entre las familias que llegaban de la Rusia zarista está la de Micaela Feldman (más conocida como Mika Etchebéhère, cambió la letra “c” por la “k” de su nombre cuando llegó a Europa, adoptando el apellido de su marido Hipólito Etchebéhère). Nació en Moisés Ville el 14 de marzo de 1902. Su padre enseñaba yiddish en la colonia. Los pogromos del viejo continente hicieron que una parte importante de la clase trabajadora asquenazí emigrara a distintos lugares del continente americano durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX.

Muchas de estas personas habían tenido contacto con grupos anarquistas y con socialistas, extendiendo por este continente organizaciones como el llamado BUND (literalmente “Unión” en yiddish, que llegó a tener una de las organizaciones de desempleados mayores de todo el continente, declarándose siempre anti-sionistas). Prueba de la conciencia de clase de esta población serán numerosas huelgas, levantamientos… Por citar dos ejemplos no muy conocidos en Europa: en “El levantamiento de las 20.000”, huelga de obreras textiles de Nueva York (22-XI-1909 al 10-II-1910), de cuya lucha surgiría parte del mito de los orígenes de la celebración del 8 de marzo, muchas de “las 20.000” eran obreras asquenazíes. Y lo mismo en Argentina, en una huelga que desembocó en la Semana Trágica de enero de 1919, duramente reprimida por el ejército, rompe-huelgas y nacionalistas argentinos (tal y como harían los somatenes españoles durante las dictaduras de Primo de Rivera y Franco). En el Buenos Aires de entonces, se asimilaba “la rusada” con la población judía, y con todos los sucesos revolucionarios del país.

Un matador de indios

Siendo una niña su familia se muda a Rosario, Santa Fe. Allí su padre abre un pequeño restaurante. A los 14 años, mientras asiste al colegio nacional, forma parte de un grupo anarquista. Poco después, junto a algunas militantes libertarias, fundará la agrupación femenina “Luisa Michel”.

En 1920 Mica se muda a Buenos Aires para estudiar odontología. Allí formará parte del grupo Insurrexit, junto al que será su compañero hasta la muerte de éste en combate en la Guerra Civil española. Desde las páginas de su publicación tratan de informar de los conflictos estudiantiles, intentando promover la unidad de trabajadores y estudiantes. Analiza los cambios sociales en la URSS, la literatura social, así como el análisis de la situación social y política en Argentina. El grupo se definía como “comunista anti-parlamentario”.

Mica Feldman publica un artículo en el número 4 de Insurrexit, en el que fija su posición respecto a la política sufragista, criticándola por dos aspectos. En primer lugar porque afirma (como todas las feministas socialistas de la época) que la revolución social es imprescindible para lograr la emancipación de la mujer y en segundo porque aseveraba que el voto y el parlamento no lograrían la emancipación pregonada por las sufragistas.

En 1924 algunos de los insurrexistas (entre ellos Mica e Hipólito) se afilian al Partido Comunista argentino. Al poco tiempo surgirán las disputas internas y los dos participarán en la fracción izquierdista Partido Comunista Obrero, surgida en enero de 1926, tras el polémico VII Congreso del PCA (diciembre de 1925). Debido a discrepancias políticas ambos fueron expulsados del PCA.

Parten a la Patagonia para ahorrar dinero y viajar a Europa en busca de la revolución. De esta época nos habla Mica: “(…) el inmenso lago Futalaufquen (…). Podíamos haber vivido en sus orillas (…). Fue la tentación más fuerte de toda nuestra vida. (…) nos habíamos impuesto otro destino: el de luchar por la revolución”.  En la Patagonia recogieron testimonios de primera mano sobre las matanzas de obreros e indios perpetradas a órdenes de familias como la Braun Menéndez: “Atendimos en el consultorio a un escocés muy viejo, matador de indios profesional a sueldo de Menéndez”.

Francia y ¿la revolución en Alemania?

Llegan a París en 1931 y siguen militando en grupos de oposición de izquierda sin abandonar el ideario comunista. En octubre de 1932 marchan a Alemania, en busca del país más preparado para la revolución. Se afilian al Partido Comunista Alemán. También formarán parte del grupo de oposición de izquierdas llamado “Grupo de Wedding”. Allí conocerán a Kurt y Katia Landau, quienes, aunque partícipes junto a Trotski de los orígenes de la Oposición Comunista Internacional de Izquierdas, en 1931 se enfrentarán a él, debido a la postura de la pareja, contraria a la fundación de la IV Internacional. Colaborarán luego como propagandistas contra trotskistas y estalinistas en el POUM, partido con el que participarán en la Guerra Civil española hasta el asesinato de Kurt por agentes de la NKVD en septiembre de 1937.

Mika e Hipólito abandonarán Alemania en mayo de 1933, derrotados moralmente tras haber observado el ascenso del nazismo. Impotentes tras observar cómo un partido comunista con 6 millones de votos se mantenía en posiciones contrarias a formar una alianza de izquierdas que frenara el ascenso nazi, tildando a los obreros socialdemócratas de “socialfascistas”.

Vuelven a París y, junto a los Landau, los Rosmer y otros, fundan la revista Que faire?, cuyo primer número aparecerá en diciembre de 1934 y se interrumpirá con la II Guerra Mundial.

La Guerra Civil española

En la primavera de 1936 los Etchebéhère llegan a España. Mika recuerda: “Habíamos hecho proyectos de amor y de vacaciones. Las del verano de 1936 debían transcurrir en Asturias para visitar los lugares donde los mineros habían combatido en 1934, y recoger material para el libro que queríamos escribir”.

El relato de Mika sobre su participación en la Guerra Civil española, al frente de una columna del POUM, se interrumpe tras la caída de Málaga en febrero de 1937. ¿Qué le pasó hasta 1939? ¿Por qué interrumpe su relato en ese momento? ¿Por qué no cuenta nada sobre su persecución política a manos de estalinistas españoles y agentes soviéticos?

A lo largo del libro nos explica por qué se alistaron voluntarios, la convicción profunda en la abolición del sistema capitalista, rayando en la fe propia de todas las mártires y heroínas, fe laica, pero fe al fin. Ella les llevó a mudarse de país en país, rechazando cualquier otra orientación para su vida, como por ejemplo la de tener descendencia: “No, (…). Lo habíamos decidido con mi marido para no tener ataduras que impiden cumplir el deber de revolucionario. Hay hijos de sobra en el mundo”. E hizo que ella siguiera luchando después de la muerte en combate de Hipólito en agosto de 1936.

Uno de los aspectos más interesantes del libro es el de su condición de mujer y capitana en un ámbito claramente masculino. La obra de Mary Nash Rojas. Las mujeres republicanas en la Guerra Civil apunta que las mujeres fueron una minoría en las milicias republicanas y la mayoría de las voluntarias se dedicaron a tareas ligadas al mundo de “los cuidados” (limpieza, cocina, etc.), históricamente unidas en el patriarcado a las mujeres.

Sin embargo Mika señala que en la columna a su mando esas obligaciones se repartían entre todos por igual. Famosa es la cita que hace de las palabras de una miliciana comunista de la columna Pasionaria (enemigos políticos de Mika), que solicita entrar a formar parte de la columna del POUM, ante la sugerencia de que tal vez pueda quedarse a barrer y guisar. Manuela (miliciana del PCE) afirma: “Eso sí que no. He oído decir que en vuestra columna las milicianas tenían los mismos derechos que los hombres, que no lavaban ropa ni platos. Yo no he venido al frente para morir por la revolución con un trapo de cocina en la mano”.

A lo largo del relato abundan las referencias a la compleja relación establecida con sus compañeros de columna, que la respetan como mujer y capitana. En su labor de “intendencia” llega a conseguir jarabe para la tos y a pasarse el día por las trincheras de Madrid con el jarabe y la cuchara repartiendo entre los milicianos enfermos de su columna.

¿Pero qué ocurre cuando una mujer heterosexual está rodeada de hombres, algunos atractivos para ella? Su actitud está siempre ligada a las reflexiones que ella misma hace sobre el tema: “Luego soy para ellos una mujer, su mujer, excepcional, pura y dura, a la cual se le perdona su sexo en la media en que no se sirve de él, a la que admiran tanto por su valentía como por su castidad, por su conducta. ¿Puedo correr el riesgo de faltar a ese compromiso tácito, tener un amante y que ellos lo sepan, portarme como un hombre y conservar al mismo tiempo su respeto y la admiración que me manifiestan a la hora de la verdad? La respuesta es ‘quizá’, si yo fuese capaz de mandarlos pistola en mano, infundirles temor, si me portara como un hombre de guerra, más hombre que todos ellos en la mala acepción del término. Pues bien, no, no quiero, sigo siendo la que soy, austera y casta como ellos me quieren, mujer o un ser híbrido, no tiene importancia. Lo que cuenta es servir en esta revolución con el máximo de eficacia y que se vaya a la mierda el pequeño tirón de la carne”.

Regreso a Argentina y Francia

En 1939 Mika pasa varios meses escondida en un liceo francés de Madrid, de donde sale gracias a las presiones que sus camaradas franceses hicieron al Ministerio de Asuntos Extranjeros. Tras pasar por París, vuelve a Buenos Aires. Escribe artículos en distintos periódicos sobre la guerra europea, la situación en Argentina y su primer relato de la Guerra Civil (acerca de uno de los niños-milicianos de su columna).

En 1943 llega el golpe militar y la irrupción del peronismo. Mika contempló cómo el movimiento anti-fascista se alejó de las luchas internacionalistas, para caer en el nacionalismo.

Ante esta situación Mika vuelve a Francia en 1946. Se encuentra con viejas amistades y camaradas, entre otros con  sus grandes amigos Marguerite y Alfred Rosmer. Mika trabaja como traductora y vive en París. Junto a sus camaradas constituye el “Circulo de Zimmerwald”.

En mayo de 1968 Mika, con 66 años, ayuda a levantar barricadas. En 1978 participa en la “ciudad de la luz” en las  marchas contra la dictadura militar argentina. Falleció en 7 de julio de 1992.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 34, SEPTIEMBRE DE 2014