lunes, 8 de septiembre de 2014

Cándido Testa, un anarquista italo-argentino al mando del Batallón de la Muerte

Por Diego Naselli Macera
Licenciado en Historia

Cándido Testa con uniforme del Batallón
de la Muerte
Mientras la Guerra Civil española transcurría sin cuartel, el periodista italiano Cándido Testa trabajaba en la redacción del diario “L’ Italia del Popolo” en Buenos Aires. Llegado a Argentina en 1928 escapando del fascismo italiano por su condición de anarquista, Testa se dedica a brindar conferencias y organizar actos antifascistas en la capital argentina además de mantener contacto con otros camaradas locales y exiliados como el escritor italiano Mario Mariani y el militante anarquista español Diego Abad de Santillán.
Para septiembre de 1937, siguiendo sus ideales el anarquista italiano decide marchar a España para enrolarse como voluntario y luchar a favor de la República. Con un permiso de corresponsal del diario porteño “L’ Italia del Popolo” y un pasaje comprado con dinero prestado por amigos, Testa logra viajar a Francia y cruzar a Barcelona donde se reúne con autoridades catalanas.

El Batallón de la Muerte
Inmediatamente en Barcelona, Cándido Testa se reúne con el secretario general de la Consejería de Defensa y luego consejero de economía de la Generalidad de Cataluña Diego Abad de Santillán, quien le ofrece al primero la organización de un batallón similar a los tropas de asalto italianas denominadas «Arditi» y utilizadas durante el final de la Primera Guerra Mundial de las cuales el anarquista italo-argentino había sido parte. Convertido en el primer comandante de la fuerza de choque anarquista, Testa recibe una casona para comenzar el reclutamiento de voluntarios en la calle Enrique Granados número 16 donde funciona el cuartel general “19 de julio” y el castillo de Can Taio de Santa Perpetua de Mogoda para que funcione como campo de instrucción del batallón. Lo secunda en la oficialidad Emilio Strafelini, un ingeniero italiano que había sido teniente de los batallones alpinos durante la Gran Guerra, quien junto a los militantes antifascistas y asesores Nicola Menna, Fausto Nitti y Camilo Berneri y 500 libertarios antifascistas italianos llegados a España para competir en la Olimpiada Popular de 1936, provenientes de Francia exiliados por Mussolini o miembros de los «Arditi del Popolo» conformarán el Batallón de la Muerte.

De izquierda a derecha: Cándido Testa, Diego Abad de Santillán y Emilio Strafelini
Según el llamado a formación del batallón, sus integrantes deberán demostrar “…actitud para lanzamiento de bombas de mano y usar el puñal” además de vestir “…un traje especial e irán armados de mosquetón, puñal bien afilado y granadas de mano”. Como apoyo a las tropas de asalto del batallón también se organiza una sección de ametralladoras con la misión de “…atacar y ocupar la posición que el Mando considere como difícil, actuando posiblemente de noche y por sorpresa”. Para febrero de 1937 todo el batallón se encontraba recibiendo instrucción militar en el castillo cercano a Barcelona bajo una estricta disciplina que se establecía en su reglamento y con el objetivo de triunfar contra el fascismo: “Todo miliciano -dice el último artículo del Reglamento- que acepte formar parte del Batallón de la Muerte, tendrá que acatar, sin discusión alguna, las órdenes de los directivos del batallón, imponiéndose por sí mismo la disciplina revolucionaria necesaria para el triunfo de la lucha contra el fascismo”. Luego de un mes de entrenamiento, el Batallón de la Muerte prepara un desfile para presentarse ante el pueblo de Barcelona y el 14 de marzo de 1937 formado en la Avenida 14 de abril comienza a marchar con todas sus unidades hasta alcanzar la Plaza de la República donde los esperan Lluís Companys, presidente del gobierno catalán, y sus consejeros Josep Terradellas y Diego Abad de Santillán. Ya en el Palau de la Generalitat, los miembros del batallón prometen ante Lluís Companys y Cándido Testa sacrificar sus vidas hasta aplastar al fascismo.
Cándido Testa marchando a la cabeza
del Batallón de la Muerte
Los recién llegados a Barcelona los periodistas argentinos Raúl González Tuñón y Cayetano Córdova Iturburu observan el desfile y logran entrevistarse con el comandante en jefe del Batallón Cándido Testa, del cual escribe González Tuñón: “Visitamos el Batallón de la muerte que parte para el frente. No te imaginas con qué alegría comprobamos la disciplina y el valor de los muchachos y hombres que lo componen. Testa, el comandante, envió un telegrama a L’Italia del Popolo anunciando nuestra llegada” y Córdova Iturburu redacta: “-No hay cosa que me agrade menos que esto de los desfiles y de las formaciones- me decía un miliciano del Batallón de la Muerte.- Pero es necesario. Por eso lo acepto. Y formaré y desfilaré mañana. Esta ruda declaración del miliciano me parece significativa. ¿Quién era ese hombre? No tuve tiempo de interrogarlo”.

La intervención en la guerra
Para finales de marzo de 1937 el Batallón de la Muerte ya se encontraba en el frente de Aragón para entrar en combate e interviene en las batallas de Almudévar y Montalban donde son derrotados. Nuevamente reagrupados, los miembros del Batallón de la Muerte son enviados a participar del asalto de la ermita de Santa Quiteria, en la zona de Tardienta, donde son duramente repelidos y diezmados. Ante estas derrotas Cándido Testa regresa a Barcelona y el mando del Batallón pasa a manos de Fausto Nitti mientras el anarquista italo-argentino es nombrado jefe del Estado Mayor de la 153° Brigada Mixta, de la cual forma parte el Batallón. Sin embargo, para octubre de 1937 cuando las milicias se integran al Ejército Popular de la República, el Batallón de la Muerte es disuelto y sus miembros se encuadran en la 32 División “Batallón Garibaldi” de la 142° Brigada Mixta.
Así como el Batallón de la Muerte pasa al olvido, su organizador y primer comandante Cándido Testa se desvanece entre los miles de voluntarios que fueron a luchar contra el fascismo en España.


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