lunes, 22 de septiembre de 2014

Carlos Kern Alemann, uno de tantos

Hace setenta años finalizaba la Guerra Civil española, donde también cientos de argentinos participaban como voluntarios en suelo español, defendiendo al Gobierno elegido democráticamente y luchando contra el fascismo que avanzaba en Europa.

Carlos Kern Alemann,
miembro de las Brigadas Internacionales,
a los 26 años.  Foto: Archivo privado.
Base de datos de voluntarios
argentinos en la Guerra Civil española
El tema de la Guerra Civil española en la Argentina fue sentido por miles de compatriotas a través de cualquier análisis, comentario o de memorias de protagonistas de aquella época.
En 1930 comenzaba una década fraudulenta iniciada por el golpe de Estado del general F. Uriburu y continuada por su par Agustín P. Justo, pero, a pesar de ello, la solidaridad desplegada en Argentina nos convertiría en el segundo país a nivel mundial que más ayuda material brindó a la República española, constituida desde 1931. Lo que quedó oculto dentro de la Historia es que este movimiento solidario fue acompañado por cientos de brigadistas que ofrecieron su vida para defender la democracia española ante el golpe de Estado de los generales Franco y Mola el 18 de julio de 1936. En este sentido, hoy, con nuevas investigaciones podemos tener buenos vientos de memoria sobre la presencia de combatientes argentinos y latinoamericanos que fueron olvidados y desconocidos por los estudiosos en el tema, ya que la mayoría de los trabajos sobre las Brigadas Internacionales hacen hincapié en los voluntarios europeos y norteamericanos.


La vida y la libertad
Desde 1860, Argentina se llenaba de inmigrantes de todas las nacionalidades; este aporte llegó a constituir el 30% de la población en la primera década del siglo XX y fue uno de los más importantes de América.
Cuando estalla la Guerra Civil en la Península, la colectividad española se volcó mayoritariamente en ayuda al Gobierno democrático, pero también las organizaciones locales, dentro del marco dictatorial y represivo en que vivía Argentina desde 1930, comenzaban a enviar voluntarios a España para defender a la República española y luchar contra el fascismo. El más activo, cumpliendo directivas de la Comintern, fue el Partido Comunista Argentino, que dentro de la ilegalidad movilizó a cientos de voluntarios hasta Francia, para pasar hacia los campos de batalla españoles. Los anarquistas, desde diferentes pueblos del interior o de manera individual, también participaron con decenas de libertarios en la guerra. Estos viajes no eran conocidos desde las centrales anarquistas de nuestro país, que, por otra parte, priorizaron la ayuda material debido a las directivas de centrales españolas como la CNT-FAI (Confederación Nacional del Trabajo - Federación Anarquista Ibérica). Según estas organizaciones, no necesitaban la llegada de voluntarios extranjeros, sino armas, materiales sanitarios y alimentos para mantener el ritmo de guerra.
Muchos de los argentinos salieron reclutados desde nuestro país y otros trabajaban o estudiaban en España, Francia o Alemania desde hacía varios años, como en el caso de Carlos Kern Alemann. Nacido el 17 de abril de 1910 en Santiago de Chile estando de tránsito sus padres, Carlos Kern y Rosa Alemann, se radica a los pocos meses en la provincia de San Luis (Argentina). Su juventud transcurre con una buena educación brindada por su familia, su interés constante por la lectura y el comienzo de sus estudios en la ciudad de Buenos Aires en la escuela alemana Belgrano, y hará de este joven un autodidacta que comenzaría a leer a los clásicos escritores de la filosofía política como Hegel y Marx. En 1930 sus padres deciden enviarlo a Alemania para estudiar y perfeccionar sus conocimientos. Allí comienza la carrera de Arquitectura y logra titularse en Berlín-Charlottenburg, donde estudia y reside durante cinco años, trabajando también durante un tiempo en la fábrica Philipp Holzmann, junto a doscientos obreros. Pero no todo queda en el estudio y el trabajo, ya que paralelamente comienza a militar en los Estudiantes Rojos de Berlín, debido a sus contactos con militantes universitarios y su tenaz y activa decisión a la hora de enfrentar a los grupos nazis. Llega a ser secretario durante seis meses en 1931 y dirige el grupo estudiantil rojo de la Escuela Técnica de Berlín en la clandestinidad de la Alemania nazi. En esta Alemania de lucha callejera conoce a varios camaradas, como Emil Reuter, Paul Steimer, Olle Carlzon, Miguel F. Martínez, Willy Schwartztopf, y Rudolf Stern, que lo contactará y pedirá su ingreso en el Partido Comunista Alemán (KPD). “Johannes”, su seudónimo en la ilegalidad, comienza durante esos años a formarse con teoría y enseñanza política, pero por sobre todo con el contacto que establece con emigrantes políticos de Hungría que escapaban del régimen dictatorial en su país. En cada casa una noche, y así comenzó con los cursos sobre Dialéctica y Materialismo, aunque más adelante será en la Escuela Obrera Marxista de Berlín donde seguirá los cursos de Marxismo con Hermann Duncker, profesor de Teoría Marxista, político y funcionario sindical.
Es durante estos años, hasta 1936, que comparte la conducción del Grupo de Estudiantes Rojos de Berlín con Friedel Letz, alias Else, y Peter Jolovitz, alias Axel. Junto a ellos y a los militantes estudiantiles, participará en la huelga tranviaria de Berlín y en la mayoría de las manifestaciones realizadas por el KPD contra Hitler, que ya tenía su poder consolidado a partir de 1933. Lo detuvieron en mayo de 1935 junto a los compañeros Else y Geza Papp. Carlos fue recluido en la cárcel Alexanderplatz de Berlín y expulsado de la Escuela Técnica Superior por traición y agitación comunista. La pena de tres años que pidió el fiscal fue rechazada, siendo absuelto, y en marzo de 1936 es deportado a Suiza –país neutral–, donde logró salvar su vida. Pasando por Francia, llegó a España por sus propios medios el 10 de noviembre de 1936, “a luchar contra el fascismo”, como escribió hace más de setenta años. Como la mayoría de los voluntarios, fue incluido para su preparación militar en Albacete en la Escuela de Suboficiales y a los pocos meses en la Escuela de Oficiales. Con sólo 26 años, ya se distinguía por sus estudios de alemán, que hablaba casi a la perfección, junto a conocimientos de italiano, inglés y francés. Con estas condiciones, fue enviado a una de las primeras unidades creadas, el Batallón Thaelman, con voluntarios alemanes, luego llamada Brigada Internacional XI.
Varios fueron los roles cumplidos por Carlos, pero en mayo de 1937 es designado sargento por el Comisariado Político, con el que colaboraba en tareas de traducción. También fue designado jefe de una compañía de ametralladoras en el 44 Batallón en octubre del mismo año. Asimismo, cumplió tareas como traductor entre la oficialidad de las diferentes unidades y también como redactor de Pasaremos, órgano de difusión de la Brigada Internacional XI. Se desenvuelve también como jefe de sección topográfica y ayudante del Estado Mayor de la Brigada. Participa en los frentes de Brunete, Mediano, Torralba de Aragón, Batea. Sólo tiene un descanso cuando contrae tifus entre octubre de 1937 y febrero de 1938, pasando por los hospitales de Benicasim y Denia. Ocurre un hecho en su regreso que lo alarma: cuando es movilizado en un camión, es detenido en zona valenciana y, por faltarle su carné de brigadista y poseer mapas topográficos, casi es fusilado en el acto acusado de ser “espía trotskista”. Este hecho lo haría reflexionar sobre su visión idealista de la batalla encarnada por los brigadistas, aunque luego se reincorpora a la lucha, integrándose al frente de Vinebre en abril. Después combate en el Ebro de agosto a octubre, pero incluido en el batallón latinoamericano de la Brigada XV, donde es elogiado por sus superiores, no sólo por las acciones en combate sino por rescatar a un teniente herido del frente de batalla. El registro del 1 de septiembre de 1938 es elocuente: “Felicitamos al camarada sargento Carlos Kern, por su brillante actuación en la Ofensiva del Ebro y por su valiente actitud y disciplina en todo momento”. Esta acción lo ascendería a capitán, pero se planeaba el retiro de las Brigadas Internacionales y este nuevo grado no llegaría a ser registrado en su carné de brigadista.
La República ya lo había decidido, y el 24 de octubre, con una despedida oficial en Barcelona, retiró del frente a todos los voluntarios extranjeros, esperando apaciguar los pedidos de la Sociedad de las Naciones y pretendiendo lo mismo por parte de las tropas fascistas italianas y alemanas que estaban en España. Carlos termina junto a otro grupo de brigadistas en Francia, en el campo de Gurs, unos meses después. En mayo de 1939 su familia lo reclama desde Argentina, principalmente su tío el Dr. Ernesto Alemann, que era redactor del periódico antifascista que se editaba en la ciudad de Buenos Aires, llamado Argentinisches Tageblatt. La odisea estaba terminada, y con un esfuerzo que merecía una tregua, al menos para volver a tierra patria a continuar la lucha.

Sangre que fue cimientos
A finales de 1939 Carlos estaba instalado en Buenos Aires, pero el recibimiento de sus padres no fue muy caluroso, ya que las noticias de revueltas y compromiso político les habían sido transmitidas por intermedio del consulado alemán en Argentina. En vez de recibir a un joven dócil y maleable, se encontraron con un hijo idealista y revolucionario. El disgusto y la marginación lo hacen emigrar a la provincia del Chaco, donde llevó una vida rústica y sencilla, hasta su regreso nuevamente a la ciudad de Buenos Aires luego de tres años. Con 32 años, comienza a trabajar de arquitecto para la municipalidad de Avellaneda y compartirá tareas para un Plan Regulador en la ciudad de Buenos Aires con los colegas Kurchan, Ferrari Ardió y C. Testa. No profundizó la militancia política, pero escribió artículos sobre arte y política en general durante los años cuarenta y cincuenta en las revistas culturales y literarias Principios, Conducta y Propósitos, dirigidas por el escritor Leónidas Barletta.
Amigo del poeta Raúl G. Tuñón, tuvo relación también con el pintor argentino Antonio Berni, que llegó a hacerle un retrato y al cual logró influenciar en su pintura con temas sobre la pobreza de las villas miseria y los basurales. En Tucumán entabla amistad con el pintor Lobo de la Vega, a quien ingresa en temas de la zafra azucarera, que comienza a aparecer luego en su pintura y en otras obras como En busca del pan o De nuestro pueblo. Mantiene vínculos a fines de los años sesenta con el político argentino Dr. Benito Marianetti; las cartas sobre los avatares del socialismo eran el tema principal de su relación, que terminará en una gran amistad. También entabla amistad con Pablo Neruda y Luis Corvalán, secretario del Partido Comunista Chileno y senador en varias oportunidades por la Unidad Popular. Reside en su país natal con su hija Ernesta hasta dos días antes del golpe militar de Augusto Pinochet, el 9 de septiembre de 1973. La vida avanzaba y Carlos seguía en pie: “fui, soy y seré voluntario a vida o muerte. Así desde la Alemania de Hitler, donde acababa de ser procesado con camaradas inolvidables, fui liberado gracias a ellos y a la entrega de sus vidas para salvarme. Me presenté voluntario en Barcelona y combatí por la España Republicana y la libertad. Fui, soy y seré antifascista afrontando a los masacradores de ayer y de hoy”.
En verdad, él siempre decía que era “un militante sin carné, un militante de la vida”. Los cambios políticos de los noventa y las preocupaciones de nuevas guerras consumían sus días por la impotencia de no poder influir en los acontecimientos, cayendo en depresión y muriendo en el 2005 en la ciudad de Tucumán, donde hacía quince años que vivía.
Carlos Kern Alemann fue sólo uno de los más de seiscientos argentinos que participaron como voluntarios en la Guerra Civil española, junto a miles de hombres y mujeres de otras nacionalidades. Darle voz a estas historias puede ayudarnos a comprender que somos consecuencia de los eventos del pasado y, en definitiva, que venimos de algún lugar. Desde el presente, este rescate de ideas, esfuerzo y voluntad en defensa de la democracia y la República española abre una nueva ventana sobre la memoria histórica, tan quebrantada por las dictaduras de turno y tan necesaria en Argentina para mantener vivo el recuerdo en las generaciones venideras.

Jerónimo E. Boragina
(La Plata, 1978) es documentalista y licenciado en Historia. Ha publicado numerosos artículos sobre la Guerra Civil española y los voluntarios argentinos en revistas de Argentina, España y Estados Unidos. Es coautor del libro Voluntarios de Argentina en la GCE (2008) y del documental Esos mismos hombres, sobre la misma temática. Pertenece al Grupo de Historia desde Abajo y al Grupo de Investigaciones de Historia de Europa de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion
Mayo 2009

FUENTE: http://www.goethe.de/wis/bib/prj/hmb/the/151/es4898543.htm


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