martes, 30 de septiembre de 2014

Octavio Paz en la guerra

Por: Nicolás Prados
Fuente: Noticieros Televisa 21. Mar. 2014

La Guerra Civil Española supuso un momento de inflexión en el pensamiento de Octavio Paz. Unos meses de exaltación revolucionaria y profunda decepción que para siempre marcarían su conciencia

José Chávez Morada, Elena Garro, Octavio Paz, José Mancisidor, Pascual Pla y Beltrán,
Fernando Gamboa, Susana Gamboa y Silvestre Revueltas en 1937 en el Teatro Español
de la Plaza Santa Ana (Foto: Julio Estrada) 

CIUDAD DE MÉXICO, México, Mar, 2014.- En el verano de 1937, tras el éxito de su poema “No Pasarán”, Octavio Paz fue invitado a España a participar en el Congreso Internacional de Escritores para la defensa de la cultura.
España se encontraba entonces sumida en una guerra civil que dividía el país desde el 18 de Julio de 1936, cuando el general Francisco Franco se sublevó contra el gobierno democráticamente elegido de Manuel Azaña.
El Congreso había reunido a notables escritores de todo el mundo: de Latinoamérica destacaban autores como Pablo Neruda, César Vallejo o Vicente Huidobro, y de España participaron poetas como Luis Cernuda, Rafael Alberti, María Zambrano o Manuel Altolaguirre. El evento estaba presidido por el francés André Malraux y en ese momento se encontraban en España afamados escritores como Ernest Hemingway o George Orwell.
Un año antes, el reputado escritor André Gide había sido invitado por la Unión Soviética a conocer el país, dadas sus simpatías comunistas. El autor volvió tremendamente desilusionado y escribió un libro muy crítico llamado Retour de L’URSS. Durante el Congreso, el poeta español José Bergamín propuso una moción para condenar a Gide por su relato tan negativo.
Toda la delegación Latinoamericana votó a favor de la moción salvo Pellicer y Paz, que prudentemente decidió abstenerse, quizá previendo la decepción que pronto le llegaría a él también.
Durante su tiempo como estudiante en la Escuela Nacional Preparatoria, Paz había tenido un amigo anarquista de origen catalán llamado José Bosch. Bosch fue expulsado de México en 1932 por participar en unas protestas políticas y al estallar la Guerra Civil, surgió el rumor de que había muerto en el frente.
Paz compuso en su memoria “Elegía a un compañero muerto en el frente de Aragón”, y se dispuso a leerlo en Barcelona. Durante aquellas primeras semanas en España, Paz se encontraba entusiasmado por el espíritu revolucionario de los republicanos. Intentó alistarse al ejército, visitó el frente, apareció en la radio, dio conferencias y escribió poemas muy aguerridos.
Su sorpresa fue enorme cuando al disponerse a leer el poema dedicado a su camarada caído en el frente, vio al propio José Bosch, vivo, sentado entre el público. Bosch le relató una visión completamente distinta de la guerra.
Le habló de la persecución que sufría el partido anarquista POUM por parte de los comunistas (una persecución también recogida por Orwell en su Homenaje a Cataluña), y de la represión que ejercían los servicios secretos soviéticos entre el propio bando republicano.
Bosch le pidió un pasaporte a Paz para volver a México, que tras esta revelación quedó visiblemente afectado, repentinamente consciente del espionaje, la brutalidad y acoso que ejercían los comunistas sobre el resto de formaciones socialistas.
La experiencia marcó a Paz, cuya conciencia política e idea de “revolución” quedaron permanentemente alteradas por los casi cuatro meses que pasó en España. Más tarde recogería todos los poemas escritos durante su estancia en Bajo tu clara sombra y otros poemas sobre España.

Link: http://noticieros.televisa.com/mexico/1403/paz-guerra/



domingo, 28 de septiembre de 2014

Hipólito Etchebéhère, jefe militar del POUM

Escrito por Mika Etchebéhère
(Kaos en la Red - 09 de septiembre de 2009)

Este artículo firmado con su nombre de soltera por Mika Feldman apareció publicado en el órgano del POUM, “La Batalla” n° 153, año 1965, y está reproducido en la Web de la Fundación Andreu Nin. En estos días, Mika Etchebéhère es noticia...
   
Hipólito Etchebéhère
Para volver a pegar los trozos de su corazón, que quebró en seco la bala de Atienza ese 16 de agosto de 1936, busqué sus cuadernos. Miré su letra enhiesta como su voluntad, clara como su mirada. Hay un sumario del libro que pensábamos escribir sobre la derrota de la clase obrera alemana en 1933; páginas y más páginas con los testimonios que recogimos en 1928, en el terreno mismo de los sucesos, acerca de la huelga de los obreros ganaderos de Santa Cruz, en la Patagonia argentina; notas de lectura, apuntes para artículos.
En España, me dice en una carta fechada el 27 de mayo de 1936: "El espíritu político ha prendido de manera vivísima. Más aún que en Alemania. Hasta los niños hacen política. Jeanne Buñuel me ha contado que estando ella en el parque con su niñito se le acercó una pequeña pandilla de chicos que jugaban allí cerca y le preguntaron (debido sin duda a que llevaba un pañuelo rojo al cuello): "Es usted también UHP ,¿no es verdad, camarada?", -"Sí". "¿y el chavalín también?" (tiene año y medio, creo). -"Sí". Entonces se hicieron mutuamente el saludo con el puño en alto: -"Salud, camarada". ..
De los 36 años que tenía Hipólito Etchebéhère cuando cayó en Atienza, 17 estuvieron totalmente dedicados a esa lucha revolucionaria que se le metió en el corazón un día de enero de 1919, cuando desde el balcón de su casa vio a la policía montada arrastrar atados a sus caballos a judíos de barba blanca sacados del "gheto" de Buenos Aires.
A los judíos se les llamaba todavía por entonces rusos. Ser ruso era ser bolchevique, responsable de la lucha que llevaban los obreros de vasena en una huelga que por su magnitud y firmeza hacía temblar a la burguesía.
En esa "semana trágica" de enero que quedó en los anales de la represión argentina como un hito sangriento, Hipólito Etchebéhère entró en la revolución como otros entran en una orden religiosa, por siempre, hasta el último latido de su corazón, con un odio lúcido y razonado, alerta siempre, afilado cada día, tenso como la cuerda de un arco listo para disparar contra ese orden social absurdo, asesino, rapaz.
Sus primeros pasos de militante fueron anarquistas. En lo días que siguieron ala "semana trágica" escribió afiebradamente un folleto titulado "Escucha la verdad", y lo fue repartiendo a los policías que hacían guardia en las calles. Pocas horas después estaba en la cárcel por delito contra la seguridad del Estado.Por ser hijo de una familia bien considerada y estudiante universitario, no lo enviaron al siniestro presidio de Ushuaia, en el extremo sur argentino.
Cuando salió en libertad abandonó la casa paterna para no comprometer más a los suyos y con un puñado de estudiantes formó el grupo universitario Insurrexit, núcleo tan ardiente, tan combativo, que en dos años de existencia marcó a toda una generación, no sólo argentina, sino de toda Sudamérica.
El marxismo y la revolución rusa lo llevaron a las filas del partido Comunista. Por su inteligencia y su temple se destacó enseguida. Orador apasionado, conocedor como ninguno de los jefes del Partido Comunista del marxismo y el leninismo, el comité central hizo cuanto pudo por ganarlo a sus puntos de vista.
Cuando empezó en Rusia la lucha contra Trotski, Etchebéhère, fervoroso admirador del jefe del Ejército Rojo, abrazó su causa. Y era tal su dimensión revolucionaria, tan íntegra su conducta, tan entregada su vida de militante, que al ser expulsado del partido lo fue únicamente por trotskista, labor fraccionalista y antibolchevique.
Su salud delicada -una tuberculosis incipiente- muy quebrantada por los años de privaciones y actividad desmedida, exigía una temporada de reposo, que él aprovechó para intensificar sus estudios marxistas. ..y militares. En sus cuadernos aparecen constantemente rastros de esta preocupación militar: una serie de dibujos pequeñitos ilustrando el despliegue en guerrilla, descripción comentada de una ametralladora aérea, plan de un cursillo abreviado para oficiales, etc.
Vinieron luego nuestros años patagónicos, la mayor tentación de nuestras vidas para quedarnos en esas tierras bravías, solitarias, barridas por los vientos en la costa, remansadas en los paisajes de la pre-cordillera y la cordillera de los Andes. Eran esas tierras por entonces todavía tierras de aventura, con la fortuna fácil al cabo de tres o cuatro años de trabajo, y una existencia ancha, sin trabas ciudadanas, junto a seres que parecían salidos de los libros de Jack London.
Tentación digo, y muy grande, pero los votos pronunciados en la extrema juventud nos la vedaban, y con los pesos ganados en una temporada de intenso trabajo marchamos a Europa en busca de la lucha que parecía más próxima en esos países de sólidas organizaciones obreras.
Desembarcamos en España dos meses después de proclamada la República. Nos calentamos el corazón al fuego de aquellas manifestaciones tumultuosas que reclamaban la separación de la Iglesia y el Estado, comprobamos que la guardia de asalto republicana ya sabía dar palos como cualquier policía veterana, aprendimos a querer al pueblo español y emprendimos viaje a Francia.
En París, libres de preocupaciones materiales, dedicamos todo nuestro tiempo a estudiar economía política, sociología y cuanto nos parecía necesario para completar nuestra formación de militantes revolucionarios.
En octubre d e 1932, seguros de hallar en Alemania una tierra abonada para la lucha decisiva, llegamos a Berlín. Para perfeccionar el idioma y acercarnos a los obreros nos inscribimos en la Escuela Marxista del Partido Comunista, que era también una escuela a secas con clases para adultos, y que fue para nosotros la escuela donde aprendimos a juzgar la política paralizadora, nefasta, de la Internacional Comunista, fielmente ejecutada por los jefes del PC alemán.
Los militantes repetían como autómatas la burda interpretación del nacional-socialismo que difundía la Internacional Comunista; trataban a los obreros social-demócratas de social-fascistas, pero eso sí, desfilaban en manifestaciones tan densas, tan disciplinadas, tan evocadoras de un verdadero ejército revolucionario por las escuadras de combate que marchaban a su frente, que estremecían a la burguesía.
Sabíamos que el Partido Comunista tenía armas, que los barrios rojos estaban organizados por bloques de casas para la lucha: asistimos en las elecciones de 1932 a la pérdida de un millón de votos sufrida por los nazis; pero asistimos también, cuando Hitler subió al poder, al tremendo desconcierto, a la pasividad que había engendrado la política criminal de la IC.
Y la batalla revolucionaria no se dio en Alemania. Los escasos conatos aislados de resistencia fueron chispazos de cólera desesperada que no alcanzaron a propagar el fuego.
Ya no servía de nada quedarse en Alemania. Regresamos a París a comienzos de junio de 1933. Bajo el seudónimo de Juan Rústico, Etchebéhère relató en dos artículos publicados por la revista francesa Masses la tragedia del proletariado alemán.
Y nos pusimos a esperar de nuevo, no de brazos cruzados. Con el compañero Kurt Landau, el magnífico militante revolucionario austriaco asesinado por los estalinistas en Barcelona, empezamos la lenta tarea de reanudar los contactos con el grupo de oposición comunista llamado de Weding, que había dirigido Landau en Berlín.
Cuando estalló la lucha de los mineros asturianos preparamos nuestros pasaportes, decididos a marchar a España. La represión sangrienta del movimiento cortó nuestro impulso. Etchebéhère escribió sobre los sucesos de Astucias unas páginas magníficas, que desgraciadamente se perdieron en Barcelona cuando el estalinismo saqueó las oficinas del POUM.
Fundador con el compañero Landau y otros militantes extranjeros y franceses de la revista Que faire, Etchebéhère seguía viviendo, pese a los altibajos de su quebrantada salud, únicamente para su misión revolucionaria.
Porque el clima de Madrid era mejor para él que el clima de parís, y porque en España estaba subiendo la marea de la lucha proletaria, a comienzos de mayo de 1936 Etchebéhère llegó a Madrid. Yo me reuní con él dos meses después, el 12 de julio. No habíamos terminado de contarnos nuestra ausencia cuando estalló el movimiento y desapareció el pasado y nació una esperanza.
En la tarde del 18 de julio empezó nuestro andar en busca de armas y de alistamiento, de un sindicato de la UGT a otro de la CNT, entre grupos de jóvenes casi niños y hombres casi ancianos, entre rumores y discursos, entre canciones y consignas, mezclados a la marea que subía de todos los barrios y se echaba en oleadas sobre la Puerta del Sol.
A todos nos temblaban las manos ansiosas de un arma. Nadie preguntaba a nadie a qué partido pertenecía. La voluntad de luchar había roto las barreras que ayer todavía separaban a los trabajadores. Los que aún marchábamos con las manos vacías, mirábamos con ojos de mendigo a quienes ya llevaban un fusil, una escopeta, una pistola, un cinturón de cartuchos.
-Dicen que dan armas en la calle de La Flor, o en Cuatro Caminos, o en los locales de las JSU o en la UGT...
-Con los pies hinchados de tanto caminar, los ojos ardidos de no dormir, el corazón apretado de tanto ansiar vimos disolverse en la noche ese 18 de julio y nacer el alba del 19. El 20 ya teníamos destino entre los compañeros del POUM, la organización política que estaba más cerca de nuestro grupo de oposición. Ya pertenecíamos a una formación de combate: la columna motorizada del POUM. Hipólito Etchebéhere era su jefe.
A su mando salimos por primera vez el 21 de julio, montados en tres coches de turismo y dos camiones, armados con treinta fusiles y una ametralladora sin trípode que quedaba muy bonita en lo alto de un camión. Íbamos en busca de la columna de Mola que, según se decía, marchaba sobre Madrid. Felizmente no lo encontramos.
Al día siguiente, incorporados a la columna que mandaba el capitán Martínez Vicente, tomamos un tren que resultó ir solamente a Guadalajara y no a Zaragoza como creían los milicianos. Durante el largo viaje se nos sumaron algunos hombres de otras organizaciones, entre ellos el maravilloso Emilio García, solo nombre que recuerdo.
De Guadalajara pasamos a Sigüenza. La columna del POUM ya había ganado laureles de guerra por haber combatido contra las fuerzas fascistas que se disponían a atacar Sigüenza, causándoles muchas bajas. El ascendiente de Etchebéhère sobre sus hombres y sobre muchos otros de los que componían la guarnición de la zona crecía rápidamente. Era un jefe vestido con un mono roto en los codos y en las rodillas. Sus ojos eran cada vez más luminosos como si llevase por dentro una antorcha encendida. Una tarde le escuché al viejo Quintín decir "El jefe tiene como un sol en la frente".
La hora del gran combate había llegado. La Revolución estaba por fin al alcance de sus manos ávidas. Ya no se trataba más de lecturas, de tesis teóricas: ahora tocaba luchar con las armas por lo que había elegido a la edad de 19 años. y luchó 29 días dichosos, alegre de exponer su vida a cada rato, burló o serio cuando yo le pedía que no se hiciese matar antes de lo necesario.
Hipólito Etchebéhère y Mika Feldman
-"Aquí, el que manda no debe agacharse cuando silban las balas, me respondía. Ya sabes que el valor físico es la cualidad máxima en España. Para que los demás avancen, el jefe tiene el deber de marchar el primero, aunque sepa que puede morir".
Le vi por última vez en ese amanecer que era casi noche todavía del 16 de agosto, cuando nos acercamos a Atienza. Cumpliendo sus órdenes yo no iba con él, sino con el médico, para organizar en la retaguardia un puesto de primeros auxilios.
Las primeras luces del día nos trajeron hasta los ojos el peñón bravío de ese castillo de Atienza que había que tomar a toda costa, a golpes de granadas que habrían de lanzar los guerrilleros del POUM cuidadosamente adiestrados por Hipólito Etchebéhère. Él los guiaba entre las ráfagas de ametralladora que volaban del castillo. Una bala lo quebró como se quiebra un árbol herido por el rayo. "¿Sabes -me dijo la Abisinia tendiéndome un pañuelo tinto en sangre-, sonreía, no parecía muerto. Guarda este pañuelo; es su sangre, yo le limpié los labios. La bala le partió el corazón; te digo que no sufrió".
Tenía al fin el corazón en paz, callado para siempre.

Fuente: http://kaosenlared.net/america-latina/30166-hip%C3%B3lito-etcheb%C3%A9h%C3%A8re-jefe-militar-del-poum.html



sábado, 27 de septiembre de 2014

Luis Alberto Quesada: Poeta argentino y comisario republicano

Luis Alberto Quesada con uniforme militar
Luis Alberto Quesada nace el 22 de agosto de 1919, en Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires, República Argentina. Hijo de padres andaluces, es registrado en el Consulado Español. Es porlo tanto, argentino-español o español-argentino. Es llevado a España a los tres años. En 1936, al estallar la sublevación fascista en España, se enrola como voluntario en el Ejército Republicano. Tiene entonces 16 años y, a los pocos días, cumple 17 en el campo de batalla de la Sierra de Guadarrama. Es nombrado sargento por sus compañeros. Sucesivamente, al crearse el Comisariado de Guerra, es nombrado Comisario de compañía, batallón, brigada y, accidentalmente, comisario de división. Ha desempeñado también en el transcurso de la contienda el cargo de Capitán, siendo Jefe de Servicios del Estado Mayor del Coronel Galán en el frente de Cataluña. Y, posteriormente,ayudante del mismo Jefe militar, regresando después al Comisariado para hacerse cargo de la 68 Brigada como Comisario de Guerra. En el año 1937 era el Comisario de Brigada más jóven de España. Intervieneen los combates de la sierra ya nombrados y en los de la Carretera de Toledo, Belchite, Jarama, Madrid (en cuya defensa con el Batallón Choque de Huelva cubre el frente de la Plaza de la Moncloa).Estabilizado ese frente vuelve con su unidad al Sur del Tajo e interviene en los combates de Talaverade la Reina. Luego Teruel, donde es herido, defensa de Cataluña, Tremp, Camarasa, los dos Segres, Montsech y, por último, retiradapor el Pirineo hacia la frontera de Francia. al llegar allí es internado en los campos de concentración. Tiene entonces 19 años. Pasa sucesivamente por los campos de concentración de Le Tech, Barcarés, Saint Cyprien y Gours. Y,al estallar la segunda guerra mundial es trasladado a fortificar la frontera Belga para extender las fortificaciones de la Línea Maginot, y es elegido por votación de los integrantes del grupo, como Jefe ante las autoridades francesas. La ofensiva alemana rompe el frente por ese lugar y el Ejército francés, apenas sin resistencia, se repliega. Es el comienzo de la ocupación de Francia por las tropas alemanas. Quesada, desde el norte, llega hasta Burdeos en bicicleta. Allí, a los pocos meses, en contacto con patriotas franceses y ex combatientes de la guerra de España, organizan la Resistencia, en cuya Dirección Departamental permanece hasta su salida de Francia.En Burdeos, en donde ha contraído matrimonio con Asunción Allué, la Gestapo lo identifica por sus actividades(entre las cuales destaca una importante huelga en la Base Submarina de esa capital) y lo busca afanosamente. Su mujer está embarazada y tienen que cambiar permanentemente de domicilio. Espera a que Asunción dé a luz y, por necesidades de la lucha, pasa a España vinculado a los grupos que actúan contra la dictadura fascista del General Franco. A los pocos meses es detenido. Un miembro de la resistencia se ha puesto al servicio de la policía, después de haber sido detenido. Lo entrega a él y a otros y en Francia convence a Asunción diciéndole que su marido la llama. Con su hijo recién nacido, al regresar, es detenida también. La policía la estaba esperando en la frontera. En los calabozos de la Dirección General de Seguridad, en el Ministerio de Gobernación de Madrid,en la Puertadel Sol, Quesada, desde su celda escucha un niño que llora. No sabía que era su hijo. Al demostrarse que está desligada de responsabilidades, es puesta en libertad. Quesada sigue en los sótanos del Ministerio de la Gobernación. Durante quince días y quince noches lo han tenido con las manos esposadas a la espalda, sometido a palizas, interrogatorios, focos proyectados sobre la cabeza, la careta antigás que produce asfixia. En aquellos días han matado a Bonifacio Fernández por aplicación de corrientes eléctricas y han suspendido ese sistema de torturas. Este calvario dura cinco meses.Trasladado a la cárcel de General Porlier,es alojado en un sótano sin ventanas (cubiertos los huecos con chapas) en donde el Juez lo recluye por “peligroso”. Disuelta la cárcel de Porlier, lo llevan a Carabanchel, en donde, so pretexto de una fuga,es apaleado. Debido al escándalo internacional, el cariz que va tomando la guerra mundial en donde los ejércitos fascistas son derrotados,los presos llamados de “trabajo posterior”, es decir, con presuntos delitos políticos de después de acabada la guerra de España, son trasladados a la Prisión Central de Alcalá de Henares,en cuya localidad se realizan las farsas de los Consejos de Guerra Sumarísimos. Un Tribunal militar lo condena a la Pena de Muerte. Durante cuatro meses permanece con esta condena. Por gestiones de sus parientes en Argentina y de entidades que presionan a la Embajada Española en Buenos Aires, y de la situación de la guerra, se le conmuta la pena por la de Cadena Perpetua. Es trasladado a la Prisión Central de Burgos. Allí pasa el mayor tiempo de su reclusión, unos 13 años, y realiza una labor múltiple. Despliega actividad cultural en la escuela del establecimiento e ilegal en las galerías o dormitorios. Se hacen boletines de noticias, revistas, charlas, conferencias, todo ello con carácter clandestino. Hay infinidad de luchas por la dignidad de los presos. Pasa períodos largos, de meses, en celdas de castigo. Organiza, con otros compañeros, el grupo de cultura “La Aldaba” que toma el nombre de uno de los cuentos de Quesada. Por el trabajo del conjunto del penal, los presos de otros presidios llaman al de Burgos “la Universidad”. Cuando enla Argentina se restituyen parte de las libertades democráticas y es elegido Presidente el Dr. Frondizi, por iniciativa del escritor y periodista Manuel Cerbán Rivas, tío de Quesada, y entidades culturales y sociales que toman el problema, se presiona desde el Parlamento,Senado,etc., para conseguir la libertad de los argentinos presos en España. Luis Alberto Quesada y Juan Arhancet, otro argentino que pasó también 17 años preso por cuestiones políticas, son expulsados de España, conmutada su Cadena Perpetua por la pena de Extrañamiento Perpetuo. Al llegar a Buenos Aires él y Juan Arhancet, se incorporan como pro-secretarios de la Organización para
Luis Alberto Quesada en 2009.
Foto: Sonia Quesada
la Amnistía de los Presos Políticos de España y Portugal. El movimiento Pro Amnistía es disuelto por las presiones del Gobierno de Onganía. Juan Arhancet fallece de una fatal enfermedad. Luis Alberto Quesada participa todos estos años en encuentros, actos en favor de la libertad de España, recitales, conferencias sobre poetas e intelectuales asesinados, encarcelados, perseguidos o desterrados por el franquismo. Polemiza en mesas redondas, en diarios. Interviene en audiciones radiales y en televisión, a cuyos programas es convocado. Al restablecerse la democracia en España le es indultada la pena de “Extrañamiento Perpetuo” y devuelta su nacionalidad. Y Quesada continua en su actividad para seguir ensalzando la libertad del hombre, el respeto a las ideas y a los ciudadanos. Recibe en Buenos Aires a la primera delegación democrática de España en la Universidad de Belgrano que es donde se organiza el encuentro, y se cierran los acto con las palabras de Quesada. Salió al frente de batalla a luchar contra los fascistas a los 16 años. Volvió a la calle en el destierro a los 40 años. Vive en la Argentina desde hace 26 años. Este lapso se sintetiza: tres años de guerra, uno y medio de campo de concentración en Francia, dos años y medio de lucha y resistencia contra los alemanes y contra Franco, diecisiete años de cárcel. Total: veinticuatro años de lucha, más el destierro. Luis Alberto Quesada en su nuevo libro “Hacia el Sol de la Utopía” canta al amor y a la vida.
José Luis Gallego escribió en la cárcel este poema para Luis Alberto Quesada:

Tiene un niño por dentro
y éste le cosquillea
con su divina pluma
en los piés de sus venas.
Y allá va Luis Alberto
como de feria en feria.
Va guitarra en el aire:
la luz de su bandera.

Fuente: http://www.lodigital.com.ar/editorial/quesada.htm

RAFA ZÚÑIGA, ARGENTINO DE OÑA EN LAS BRIGADAS INTERNACIONALES

Por OLGA SONIA ZÚÑIGA


APRETADO COMPENDIO DE LA VIDA DE MI PADRE, RAFAEL MARÍA ZÚÑIGA BARCENA

Rafael Zúñiga
Nació el 11 de Septiembre de 1907, en la Ciudad de Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires,  República Argentina. Como nació antes de termino y con muy bajo peso, recién lo anotaron  como hijo e inmediatamente bautizado el 13 del mismo mes y año. Su padrino,  Heraclio Bárcena, hermano de su madre y tutor.
En sus primeros años, fue llevado a España, al  Pueblo de Oña (Burgos), donde eran oriundos sus padres, ambos españoles, tuvo tres hermanos mayores, españoles, el primero Vicente Zúñiga, el siguiente, José Zúñiga y Julia Zúñiga, y una menor, también nacida en Bahía Blanca, María del Pilar Zúñiga.
Sus padres, hicieron numerosos viajes de España a Argentina y viceversa, mi padre, Rafa, como todos lo nombraban, fue de un carácter amable, cariñoso, pero decididamente rebelde. Debido a su endeble salud, nunca concurrió a una escuela, siempre tuvo maestros particulares. Cuando se decidió en su familia que debía entrar como Seminarista a un Colegio de Jesuitas de Oña, (algo totalmente ajeno a su vocación), donde debido a las repetidísimas provocaciones y mala conducta, terminan echándolo.
De vuelta a la Argentina, su madre no se da por vencida, y lo matricula en la Escuela Naval Militar,(1925/1926), donde se repite la misma historia, debido a su rebeldía y mala conducta, debida especialmente a que su condición e ideales no comulgaban con las ideas que tenían sus padres de la educación sacerdotal o militar. No se le puede quitar merito a la rígida educación jesuita, que le dio riqueza de conocimiento y la vida frugal que siempre lo distinguió, lo mismo de la Escuela Naval Militar, donde recibió una esmerada educación, tanto en el plano de estudios, ya que se inclino por el Batallón de Ingenieros, que también marcó su vida por  la riqueza de conocimientos y la preparación física, siendo un excelente gimnasta, ya que su madre pagaba extras para dicha practica, siendo también buen boxeador, en esto contribuyo su hermano José, quien lo era y lo entrenó. Tampoco su madre tuvo éxito, Rafa se hizo echar, haciendo que lo echen, no por indisciplina, ya que con su simpatía y genial inteligencia todo era pasado por alto, pero al fin tuvo éxito y se liberó del Liceo Militar, como lo había hecho en el Seminario. De nuevo en España, y sin tener muy bien decidido su destino, ya que su familia tenia un buen pasar, decide volver a Argentina, donde estaba su padrino y tutor y sus dos hermanos españoles.
Con su marcado acento castellano, (no se comprende  como jamás lo perdió), pudo haber ingresado en el Liceo Naval Militar, y se ganó el apodo de “el Gallego”,  pues aquí en Argentina a todo español se le llama así.  Eran tiempos de crisis, y no había trabajo (1935/1936).  Así que decidió ir a la Provincia del Chaco, donde resuelve educar a los mensues, peones de campo, armando una radio. Fue perseguido por esto, ya que a nadie le interesaba educarlos, para que no supieran distinguir los vales, que les daban por su trabajo, por Yerba Mate, ropa y alpargatas. Y es allí donde cambia el tú por el che.
Libreta de Rafael Zúñiga de las Brigadas Internacionales
con el nombre ficticio de Rafael Nieto
Cuando estalla la Guerra Civil en España, allí se alista en las Brigadas Internacionales, cambiándose el apellido por Mingarrilla, (debido a la influencia idealista de un abuelo anarquista) y la fecha de nacimiento, al 11/11/1911, ya que siendo sus padres y hermanas que residían en Burgos eran pro franquistas… Solo tengo una carta, al que le falta el membrete. Donde relata de puño y letra su estadía.
Tomado preso en un Campo de Concentración, logra huir, con un poco de leche en polvo en un papel, contándome que cuando ya no daba más de hambre, recurre a comer un poco, pero casi se ahoga, ya que no había agua cerca. Huye a Francia, y de ahí lo repatrían a su país natal, Argentina, ya que un dilecto amigo, de la infancia Américo Pascual Campagna, le envía los documentos, donde consta su nacionalidad, así puede huir del horror de una guerra, además de ser prófugo.
Ya en su país, no deja de contribuir a la causa Revolucionaria, contactándose con asilados españoles de todas las regiones y además de los Brigadistas de otras nacionalidades en el  Centro Republicano Español, su segunda casa. Argentina estaba en crisis, no había trabajo, y él se pudo desempeñar en el Catastro de la Nación , debido a sus conocimientos adquiridos en el Batallón de Ingenieros, siendo cadete de la Escuela Naval Militar. Realizo múltiples trabajos, pero lo suyo además de la política era el mar, la libertad y sus ideales.
Empieza a trabajar de fogonero en un barco de carga, siempre pensando en volver a ver a sus padres… Luego trabajó en la flota mercante de Bandera, haciendo innumerables viajes al exterior, en uno de ellos en Cuba, con sus compañeros tripulantes, hacen una donación para contribuir a la compra de un arma.
Rafa Zuñiga es autor de dos libros uno de ellos sobre la Guerra Civil Española “Añoranzas Bélicas”  y el otro “De la pampa a los siete mares” relata sus vivencias marítimas.


Fuente: lasmerindadesenlamemoria - Un Blog sobre la represión franquista en Las Merindades.
Link: https://lasmerindadesenlamemoria.wordpress.com/2014/09/17/rafa-zuniga-argentino-de-ona-en-las-brigadas-internacionales/



jueves, 25 de septiembre de 2014

Los Caprichos de Gustavo Cochet, memorias de la Guerra Civil

Por Laura Karp Lugo
Amnis, Revue de civilisation contemporaine Europes/Amériques
2 | 2011

Cuando un pueblo está en armas, no ha de excluirse nadie y la voz del artista, ha de tener el mismo acento del clarín de combate y no el de la flauta del pastor.

Gustavo Cochet, Barcelona, noviembre de 1936.

Autorretrato de Gustavo Cochet
El diario íntimo de Gustavo Cochet (Rosario, Argentina, 1894-1979) revela la posición tomada por el artista al estallar loa Guerra española del 36. Artista polifacético, Cochet ocupó un lugar importante en la lucha civil y cultural durante el conflicto. Su movilización en el seno del bando republicano le llevó a actuar públicamente mediante alocuciones radiofónicas, discursos e ilustraciones que acompañaban artículos de prensa de marcada tendencia política, como los editados en la revista Tierra y Libertad. Asimismo realizó, entre otros trabajos artísticos, una serie de grabados titulada Caprichos que atestigua su compromiso político-social y que actualmente constituye un valioso documento sobre aquel período de Guerra Civil.

Tras dejar por primera vez su tierra natal a los diecinueve años, Cochet vivió cinco años en Barcelona y otros ocho en París. Cuando regresó a España, en 1934, encontró el país en la efervescencia de la Segunda República y optó por quedarse a pesar del levantamiento militar. Desde entonces, impregnado de la atmósfera agitada de los años treinta –fin de la dictadura de Primo de Rivera, llegada de la Segunda República y estallido de la guerra–, Cochet participó activamente en favor de la causa republicana. Su militancia quedó reflejada en la actividad que ejerció, antes y durante el conflicto, en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y en la Federación Anarquista Ibérica (FAI). Su compromiso público le obligó, en marzo de 1939, a exiliarse en Francia [...]


Artículo completo: http://amnis.revues.org/1506


lunes, 22 de septiembre de 2014

Carlos Kern Alemann, uno de tantos

Hace setenta años finalizaba la Guerra Civil española, donde también cientos de argentinos participaban como voluntarios en suelo español, defendiendo al Gobierno elegido democráticamente y luchando contra el fascismo que avanzaba en Europa.

Carlos Kern Alemann,
miembro de las Brigadas Internacionales,
a los 26 años.  Foto: Archivo privado.
Base de datos de voluntarios
argentinos en la Guerra Civil española
El tema de la Guerra Civil española en la Argentina fue sentido por miles de compatriotas a través de cualquier análisis, comentario o de memorias de protagonistas de aquella época.
En 1930 comenzaba una década fraudulenta iniciada por el golpe de Estado del general F. Uriburu y continuada por su par Agustín P. Justo, pero, a pesar de ello, la solidaridad desplegada en Argentina nos convertiría en el segundo país a nivel mundial que más ayuda material brindó a la República española, constituida desde 1931. Lo que quedó oculto dentro de la Historia es que este movimiento solidario fue acompañado por cientos de brigadistas que ofrecieron su vida para defender la democracia española ante el golpe de Estado de los generales Franco y Mola el 18 de julio de 1936. En este sentido, hoy, con nuevas investigaciones podemos tener buenos vientos de memoria sobre la presencia de combatientes argentinos y latinoamericanos que fueron olvidados y desconocidos por los estudiosos en el tema, ya que la mayoría de los trabajos sobre las Brigadas Internacionales hacen hincapié en los voluntarios europeos y norteamericanos.


La vida y la libertad
Desde 1860, Argentina se llenaba de inmigrantes de todas las nacionalidades; este aporte llegó a constituir el 30% de la población en la primera década del siglo XX y fue uno de los más importantes de América.
Cuando estalla la Guerra Civil en la Península, la colectividad española se volcó mayoritariamente en ayuda al Gobierno democrático, pero también las organizaciones locales, dentro del marco dictatorial y represivo en que vivía Argentina desde 1930, comenzaban a enviar voluntarios a España para defender a la República española y luchar contra el fascismo. El más activo, cumpliendo directivas de la Comintern, fue el Partido Comunista Argentino, que dentro de la ilegalidad movilizó a cientos de voluntarios hasta Francia, para pasar hacia los campos de batalla españoles. Los anarquistas, desde diferentes pueblos del interior o de manera individual, también participaron con decenas de libertarios en la guerra. Estos viajes no eran conocidos desde las centrales anarquistas de nuestro país, que, por otra parte, priorizaron la ayuda material debido a las directivas de centrales españolas como la CNT-FAI (Confederación Nacional del Trabajo - Federación Anarquista Ibérica). Según estas organizaciones, no necesitaban la llegada de voluntarios extranjeros, sino armas, materiales sanitarios y alimentos para mantener el ritmo de guerra.
Muchos de los argentinos salieron reclutados desde nuestro país y otros trabajaban o estudiaban en España, Francia o Alemania desde hacía varios años, como en el caso de Carlos Kern Alemann. Nacido el 17 de abril de 1910 en Santiago de Chile estando de tránsito sus padres, Carlos Kern y Rosa Alemann, se radica a los pocos meses en la provincia de San Luis (Argentina). Su juventud transcurre con una buena educación brindada por su familia, su interés constante por la lectura y el comienzo de sus estudios en la ciudad de Buenos Aires en la escuela alemana Belgrano, y hará de este joven un autodidacta que comenzaría a leer a los clásicos escritores de la filosofía política como Hegel y Marx. En 1930 sus padres deciden enviarlo a Alemania para estudiar y perfeccionar sus conocimientos. Allí comienza la carrera de Arquitectura y logra titularse en Berlín-Charlottenburg, donde estudia y reside durante cinco años, trabajando también durante un tiempo en la fábrica Philipp Holzmann, junto a doscientos obreros. Pero no todo queda en el estudio y el trabajo, ya que paralelamente comienza a militar en los Estudiantes Rojos de Berlín, debido a sus contactos con militantes universitarios y su tenaz y activa decisión a la hora de enfrentar a los grupos nazis. Llega a ser secretario durante seis meses en 1931 y dirige el grupo estudiantil rojo de la Escuela Técnica de Berlín en la clandestinidad de la Alemania nazi. En esta Alemania de lucha callejera conoce a varios camaradas, como Emil Reuter, Paul Steimer, Olle Carlzon, Miguel F. Martínez, Willy Schwartztopf, y Rudolf Stern, que lo contactará y pedirá su ingreso en el Partido Comunista Alemán (KPD). “Johannes”, su seudónimo en la ilegalidad, comienza durante esos años a formarse con teoría y enseñanza política, pero por sobre todo con el contacto que establece con emigrantes políticos de Hungría que escapaban del régimen dictatorial en su país. En cada casa una noche, y así comenzó con los cursos sobre Dialéctica y Materialismo, aunque más adelante será en la Escuela Obrera Marxista de Berlín donde seguirá los cursos de Marxismo con Hermann Duncker, profesor de Teoría Marxista, político y funcionario sindical.
Es durante estos años, hasta 1936, que comparte la conducción del Grupo de Estudiantes Rojos de Berlín con Friedel Letz, alias Else, y Peter Jolovitz, alias Axel. Junto a ellos y a los militantes estudiantiles, participará en la huelga tranviaria de Berlín y en la mayoría de las manifestaciones realizadas por el KPD contra Hitler, que ya tenía su poder consolidado a partir de 1933. Lo detuvieron en mayo de 1935 junto a los compañeros Else y Geza Papp. Carlos fue recluido en la cárcel Alexanderplatz de Berlín y expulsado de la Escuela Técnica Superior por traición y agitación comunista. La pena de tres años que pidió el fiscal fue rechazada, siendo absuelto, y en marzo de 1936 es deportado a Suiza –país neutral–, donde logró salvar su vida. Pasando por Francia, llegó a España por sus propios medios el 10 de noviembre de 1936, “a luchar contra el fascismo”, como escribió hace más de setenta años. Como la mayoría de los voluntarios, fue incluido para su preparación militar en Albacete en la Escuela de Suboficiales y a los pocos meses en la Escuela de Oficiales. Con sólo 26 años, ya se distinguía por sus estudios de alemán, que hablaba casi a la perfección, junto a conocimientos de italiano, inglés y francés. Con estas condiciones, fue enviado a una de las primeras unidades creadas, el Batallón Thaelman, con voluntarios alemanes, luego llamada Brigada Internacional XI.
Varios fueron los roles cumplidos por Carlos, pero en mayo de 1937 es designado sargento por el Comisariado Político, con el que colaboraba en tareas de traducción. También fue designado jefe de una compañía de ametralladoras en el 44 Batallón en octubre del mismo año. Asimismo, cumplió tareas como traductor entre la oficialidad de las diferentes unidades y también como redactor de Pasaremos, órgano de difusión de la Brigada Internacional XI. Se desenvuelve también como jefe de sección topográfica y ayudante del Estado Mayor de la Brigada. Participa en los frentes de Brunete, Mediano, Torralba de Aragón, Batea. Sólo tiene un descanso cuando contrae tifus entre octubre de 1937 y febrero de 1938, pasando por los hospitales de Benicasim y Denia. Ocurre un hecho en su regreso que lo alarma: cuando es movilizado en un camión, es detenido en zona valenciana y, por faltarle su carné de brigadista y poseer mapas topográficos, casi es fusilado en el acto acusado de ser “espía trotskista”. Este hecho lo haría reflexionar sobre su visión idealista de la batalla encarnada por los brigadistas, aunque luego se reincorpora a la lucha, integrándose al frente de Vinebre en abril. Después combate en el Ebro de agosto a octubre, pero incluido en el batallón latinoamericano de la Brigada XV, donde es elogiado por sus superiores, no sólo por las acciones en combate sino por rescatar a un teniente herido del frente de batalla. El registro del 1 de septiembre de 1938 es elocuente: “Felicitamos al camarada sargento Carlos Kern, por su brillante actuación en la Ofensiva del Ebro y por su valiente actitud y disciplina en todo momento”. Esta acción lo ascendería a capitán, pero se planeaba el retiro de las Brigadas Internacionales y este nuevo grado no llegaría a ser registrado en su carné de brigadista.
La República ya lo había decidido, y el 24 de octubre, con una despedida oficial en Barcelona, retiró del frente a todos los voluntarios extranjeros, esperando apaciguar los pedidos de la Sociedad de las Naciones y pretendiendo lo mismo por parte de las tropas fascistas italianas y alemanas que estaban en España. Carlos termina junto a otro grupo de brigadistas en Francia, en el campo de Gurs, unos meses después. En mayo de 1939 su familia lo reclama desde Argentina, principalmente su tío el Dr. Ernesto Alemann, que era redactor del periódico antifascista que se editaba en la ciudad de Buenos Aires, llamado Argentinisches Tageblatt. La odisea estaba terminada, y con un esfuerzo que merecía una tregua, al menos para volver a tierra patria a continuar la lucha.

Sangre que fue cimientos
A finales de 1939 Carlos estaba instalado en Buenos Aires, pero el recibimiento de sus padres no fue muy caluroso, ya que las noticias de revueltas y compromiso político les habían sido transmitidas por intermedio del consulado alemán en Argentina. En vez de recibir a un joven dócil y maleable, se encontraron con un hijo idealista y revolucionario. El disgusto y la marginación lo hacen emigrar a la provincia del Chaco, donde llevó una vida rústica y sencilla, hasta su regreso nuevamente a la ciudad de Buenos Aires luego de tres años. Con 32 años, comienza a trabajar de arquitecto para la municipalidad de Avellaneda y compartirá tareas para un Plan Regulador en la ciudad de Buenos Aires con los colegas Kurchan, Ferrari Ardió y C. Testa. No profundizó la militancia política, pero escribió artículos sobre arte y política en general durante los años cuarenta y cincuenta en las revistas culturales y literarias Principios, Conducta y Propósitos, dirigidas por el escritor Leónidas Barletta.
Amigo del poeta Raúl G. Tuñón, tuvo relación también con el pintor argentino Antonio Berni, que llegó a hacerle un retrato y al cual logró influenciar en su pintura con temas sobre la pobreza de las villas miseria y los basurales. En Tucumán entabla amistad con el pintor Lobo de la Vega, a quien ingresa en temas de la zafra azucarera, que comienza a aparecer luego en su pintura y en otras obras como En busca del pan o De nuestro pueblo. Mantiene vínculos a fines de los años sesenta con el político argentino Dr. Benito Marianetti; las cartas sobre los avatares del socialismo eran el tema principal de su relación, que terminará en una gran amistad. También entabla amistad con Pablo Neruda y Luis Corvalán, secretario del Partido Comunista Chileno y senador en varias oportunidades por la Unidad Popular. Reside en su país natal con su hija Ernesta hasta dos días antes del golpe militar de Augusto Pinochet, el 9 de septiembre de 1973. La vida avanzaba y Carlos seguía en pie: “fui, soy y seré voluntario a vida o muerte. Así desde la Alemania de Hitler, donde acababa de ser procesado con camaradas inolvidables, fui liberado gracias a ellos y a la entrega de sus vidas para salvarme. Me presenté voluntario en Barcelona y combatí por la España Republicana y la libertad. Fui, soy y seré antifascista afrontando a los masacradores de ayer y de hoy”.
En verdad, él siempre decía que era “un militante sin carné, un militante de la vida”. Los cambios políticos de los noventa y las preocupaciones de nuevas guerras consumían sus días por la impotencia de no poder influir en los acontecimientos, cayendo en depresión y muriendo en el 2005 en la ciudad de Tucumán, donde hacía quince años que vivía.
Carlos Kern Alemann fue sólo uno de los más de seiscientos argentinos que participaron como voluntarios en la Guerra Civil española, junto a miles de hombres y mujeres de otras nacionalidades. Darle voz a estas historias puede ayudarnos a comprender que somos consecuencia de los eventos del pasado y, en definitiva, que venimos de algún lugar. Desde el presente, este rescate de ideas, esfuerzo y voluntad en defensa de la democracia y la República española abre una nueva ventana sobre la memoria histórica, tan quebrantada por las dictaduras de turno y tan necesaria en Argentina para mantener vivo el recuerdo en las generaciones venideras.

Jerónimo E. Boragina
(La Plata, 1978) es documentalista y licenciado en Historia. Ha publicado numerosos artículos sobre la Guerra Civil española y los voluntarios argentinos en revistas de Argentina, España y Estados Unidos. Es coautor del libro Voluntarios de Argentina en la GCE (2008) y del documental Esos mismos hombres, sobre la misma temática. Pertenece al Grupo de Historia desde Abajo y al Grupo de Investigaciones de Historia de Europa de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
Copyright: Goethe-Institut e. V., Humboldt Redaktion
Mayo 2009

FUENTE: http://www.goethe.de/wis/bib/prj/hmb/the/151/es4898543.htm


domingo, 21 de septiembre de 2014

Documental Simón, hijo del pueblo (2013)

El 1º de mayo 1909 la policía reprime una multitudinaria marcha anarquista, dejando muertos y heridos. Unos meses más tarde, el carruaje del Ramón Falcón, el jefe de policía que comandó la represión, explota y vuela por el aire. Por el atentado es detenido un joven ucraniano: Simón Radowitzky. ¿Quién es Simón, ese adolescente que llegó a Argentina buscando una tierra mejor y se encontró con la violencia con la que se consolidaba el país? Mirada desde le presente, ¿cuál es su historia? ¿y cuál el legado familiar de ese inmigrante que se transformó en una figura clave del anarquismo argentino? Simón hijo del pueblo recorre su vida a partir de las marcas de la herencia familiar y de los rastros que su historia dejó en Buenos Aires y en Ushuaia.




FICHA TÉCNICA 
Título: Simón hijo del pueblo
Dirección: Rolando Goldman y Julián Troksberg
Producción: Santiago Alfiz en Coproducción con Rolando Goldman y Julián Troksberg con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales
Guión: Rolando Goldman y Julián Troksberg con la colaboración de Osvaldo Bayer.
Página oficial: http://www.simonhijodelpueblo.com.ar/


Película completa: Simón, hijo del pueblo




sábado, 20 de septiembre de 2014

"Gregorio Bermann y la neurosis de guerra en el Madrid de la Guerra Civil Española" por Olga Villasante

En esta última investigación el nombre del prestigioso psiquiatra argentino Gregorio Bermann (1894-1972) apareció con relativa relevancia ya que éste prestó asistencia a las neurosis bélicas durante la contienda civil en España. Si bien, ya previamente, hemos incluido el abordaje de Bermann a la neurosis de guerra como parte de una investigación más amplia sobre el Madrid de la guerra civil, el presente trabajo pretende analizar, de un modo monográfico, Las neurosis en la guerra (1941). Esta obra del que fuera comandante médico como brigadista internacional, tiene particularidad de relatar la experiencia del propio Bermann como organizador del Servicio neuropsiquiátrico de vanguardia en el Hospital Chamartín de La Rosa (Madrid), lugar donde se diagnosticó y trató la patología psiquiátrica de los soldados que lucharon en el frente republicano español.




Descargar: Villasante, Olga, "Gregorio Bermann y la neurosis de guerra en el Madrid de la Guerra Civil Española", TEMAS de la Historia de la Psiquitría Argentina, núm. 27, Editorial Polemos, 2009, pp. 13-19.



jueves, 18 de septiembre de 2014

MIKA ETCHEBEHÈRE: Capitana en la Guerra Civil Española

Por Elsa Osorio - Página/12 - 29 de julio de 2008

Mika Etchebéhère
Este mes se cumplen 16 años de la muerte de Micaela Feldman de Etchebéhère, la argentina nacida en Moisés Ville en 1902 que comandó una columna del POUM en la Guerra Civil Española. Amiga de Cortázar, de Alfonsina Storni, de André Breton, de Copi, su extraordinaria trayectoria es poco conocida entre nosotros. Fue Juan José Hernández, en 1985, quien me inició en la historia de esta mujer que no sólo combatió en la guerra, sino que –como habría de descubrir en años de investigación– vivió a tope la aventura ideológica del siglo XX.

Hija de judíos rusos, Mika crece con los relatos de los revolucionarios evadidos de los pogroms y las cárceles de la Rusia zarista. A los 15 años, en Rosario, ligada a las anarquistas, pronuncia su primer discurso. En 1920 estudia odontología en la UBA y conoce a Hipólito Etchebéhère, su compañero. Juntos emprenderán una vida consagrada a la militancia. Sus primeros pasos: el grupo Insurrexit, la línea más izquierdista de la Reforma, donde confluyen marxismo, anarquismo y socialismo; su paso por el PC, 1924, de donde son expulsados en 1926 por su desacuerdo con la dirección y su apoyo a Trotsky (aunque no forman parte orgánica de un grupo trotskista). El viaje por la Patagonia, donde recogen testimonios sobre la masacre de los peones rurales en manos del Ejército, mientras arreglan dientes. En 1931 viajan a Europa en busca de la revolución. España, primera decepción: la República reprime duramente a los manifestantes que reclaman el cumplimiento de las promesas.

Luego París, estudios y vínculos con revolucionarios. Octubre del ’32, Berlín, son testigos de la derrota del proletariado alemán y el ascenso al poder de Hitler. Francia en el ’33, el grupo clandestino Que Faire, de oposición al stalinismo. Y al fin España, 1936. (Cuarenta años después, Mika publica un libro con sus recuerdos.) Mika e Hipólito se unen al POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), cercano a sus ideas. Parten con una columna motorizada que comanda Hipólito. Un mes después, él muere en el combate de Atienza. Mika quiere matarse, pero le parece oír a su compañero: “¿Qué haces con nuestros principios? Ya resolverás tu pequeño destino individual después de la revolución. No es el momento de morir por sí mismo”.

Decide hacer suya esta guerra. Pero no será fácil para Mika convivir e imponer su autoridad a esos hombres, revolucionarios pero machistas. “En otras compañías son las muchachas las que lavan y hasta remiendan los calcetines”, protesta el miliciano. “Las muchachas que están con nosotros son milicianas –le contesta– no criadas. Estamos luchando todos juntos, hombres y mujeres, de igual a igual, nadie debe olvidarlo. Y ahora dos voluntarios.” Siempre habrá voluntarios porque Mika explica lo que ella misma va aprendiendo, y se preocupa de que no les falte comida o abrigo, de escucharlos y comprenderlos, de que ceda la tos con ese jarabe que ella misma les lleva a las trincheras, entre el silbido de las balas. Poco a poco, y pese a su ignorancia en estrategia militar, va asumiendo el lugar de jefa: en Sigüenza exige al emisario fascista que le lleven las condiciones de rendición por escrito y firmadas para ganar tiempo, ordena resistir, atacar, distribuye las funciones.

Mika Etchebéhère junto a Cipriano Mera y otros milicianos
en Cerro del Águila en 1936
Ella elige una palabra oportuna para hacerse obedecer, elige alentarlos cuando las injurias del PC contra el POUM desmoralizan a sus milicianos, andar en cuatro patas por las trincheras, acostarse en el barro, empuñar las armas, mantener vivo el ideal revolucionario luchando codo a codo con sus milicianos... Ellos mismos la nombran capitana y la columna del POUM, combatiendo con pocas armas contra un enemigo mucho mejor equipado, realiza proezas en distintos frentes. Sigüenza, Moncloa, Pineda de Húmera, cada vez más alto el riesgo. Su fama temeraria hace que los altos mandos la designen para tomar el cerro de Avila. Los han mandado al asalto sin protección y Mika ve morir a sus milicianos. Se refugia en el Liceo Francés hasta el fin de la guerra, cuando regresa a París. De una guerra en la que combate a otra de la que debe huir por su origen judío. La familia Botana la asila en la Argentina. Desde 1946 hasta su muerte vive en París. No hay acontecimiento político en el que no se involucre, que no provoque sus lúcidas reflexiones. En el ’68 francés, con unos guantes blancos, recoge adoquines y explica a los estudiantes cómo evitar que el negro en sus manos los delate si son sorprendidos por la policía. No puede imaginar el guardia que acompaña a su casa a esa señora de 66 años, elegantemente vestida, que en su cartera están aquellos guantes tiznados.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-108668-2008-07-29.html


Paulina Mansurova, voluntaria en la guerra civil

EL PAÍS - 21 DIC 2000

Paulina (Abramson) Mansurova
El pasado 11 de diciembre (2000) falleció en Moscú Paulina Mariana Mansurova, activista comunista que vino voluntaria a la guerra civil española, según informa la asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE). Nacida Abramson en Argentina en 1915, se trasladó con su padre y su hermana Adelina a vivir a la URSS. Los tres vinieron voluntarios a la guerra civil española. Paulina, con sólo 21 años, estaba ya en España desde unos meses antes, trabajando en la editorial Europa-América con Wenceslao Roces, traductor de El capital, de Carlos Marx. El 18 de julio de 1936 se incorporó voluntaria a las milicias. Dado su dominio del ruso y del español, viajó al frente norte en octubre de ese año como intérprete del cineasta Román Karmén y del periodista Mijaíl Koltsov, autor del libro Diario de la guerra de España. En noviembre de 1936 formó parte del grupo de Inteligencia Militar de las Brigadas Internacionales, dirigido por Berzin. Fue también intérprete de la Junta de Defensa de Madrid. Su marido, Xanty Mansurov, fue asesor del líder anarquista Buenaventura Durruti. Mansurov fue también, durante un tiempo, responsable del XIV Cuerpo de Guerrilleros en Madrid.

Tras la derrota de la República regresó a la URSS y cursó estudios militares en la Academia Frunze. Alcanzó el grado de comandante del Ejército Rojo y fue profesora del Instituto de Ciencias Sociales en Moscú. Paulina emigró a Checoslovaquia y llegó a ser jefa de la cátedra de español del Instituto Militar de Idiomas Extranjeros de Praga.-

Fuente: http://elpais.com/diario/2000/12/21/agenda/977353202_850215.html


miércoles, 17 de septiembre de 2014

Adiós a Adelina Kondrátieva, brigadista y luchadora por la memoria

Adelina había nacido en 1917 en Argentina. Su padre, Benjamín Abramson, tuvo que huir de la Rusia zarista donde había sido condenado a muerte y se instaló en Buenos Aires.

Rafael Poch - La Vanguardia - 14/01/2013


Adelina Abramson
“No te olvides, Rafael”, me dijo la última vez que la vi. Fue en una de esas grandes estaciones de metro moscovita, Oktiábraskaya. Una cita rápida para intercambiar papeles, algún libro, noticias de diarios y despedirnos.
Estaba a punto de cambiar la corresponsalía de Moscú por la de Pekín, y allí, “a la altura del primer vagón de la línea roja, dirección centro”, tal como es habitual para no perderse en las enormidades subterráneas de Moscú, me esperaba Adelina Kondrátieva. Su encargo era que localizara en China la pista de los brigadistas chinos de la guerra de España. “Parece que aún queda alguno vivo”, me dijo. Me olvidé.
Adelina tenía entonces 85 años. Diez años después ha muerto exactamente igual: activa, inquieta y con su buena facha. Demostraba que se puede ser guapo, por dentro y por fuera, a los 95.
Adelina había nacido en 1917 en Argentina. Su padre, Benjamín Abramson, tuvo que huir de la Rusia zarista donde había sido condenado a muerte y se instaló en Buenos Aires.
A su puerto llegó un día el primer barco comercial de la URSS, el Tovarisch, el mismo que años después llevaría armas soviéticas a Barcelona, y Abramson se convirtió en delegado comercial de la URSS hasta que el golpe del General José Felix Uriburu de septiembre de 1932 acabó con todo: fue detenido, torturado y expulsado.
La familia se trasladó a Montevideo, padre, madre, Adelina y su hermana Paulina, dos años mayor, esperando los papeles para ir a la URSS.
Eran tiempos duros en Moscú: en vísperas del gran terror estalinista. “Un brusco cambio de vida”, recordaba Adelina. Aprendió ruso rápido y cuando surgió la posibilidad de ir a España, a ayudar a la República, se fue con sus 19 años acompañando a su padre.
Atravesaron Europa con papeles falsos y en calidad de agente comercial en viaje de negocios acompañado de su hija. En Barcelona se separaron, él marchó al frente de Aragón, ella a Valencia. Al poco se le presentó un ruso que se hacía llamar “General Douglas” (Yakov Smushkievich) que comandaba la aviación republicana.
“¿Quieres trabajar en la aviación?”, le dijo. Respondió que sí y salieron inmediatamente en su coche hacia Los Llanos, Albacete, donde estaba el Estado Mayor.
Desde Albacete, Adelina viajó en calidad de intérprete por todos los lugares en los que se reparaban o montaban los aviones que la URSS suministraba, desde Alcalá de Henares, hasta Reus, pasando por Sabadell.
En esa ciudad asistió al entierro de un aviador, Elías, que congregó a una muchedumbre. Por alguna razón Adelina marchaba justo detrás del féretro y la tomaron por la novia del muerto: la gente la cubría de flores y abrazos.
En Madrid desde el piso trece de la telefónica presenció los combates por la defensa de la ciudad. Con la aviación todo se torció cuando se estrenaron los Messerschmitt 109 alemanes al servicio de Franco, explicaba.
Eran mejores y se hicieron los dueños. Mientras tanto, su hermana Lina hacía de intérprete al comandante “Xanti” (Hadji-Umar Mamsurov, 1903-1968), un legendario osetino, asesor de Durruti en la defensa de Madrid y organizador del XIV Cuerpo de Guerrilleros de la República. A “Xanti” le tomaban por vasco por el nombre, pero no hablaba español y se hacía pasar por macedonio.
Tiempo después sería el creador de las unidades “spetsnaz” (comandos) del espionaje militar soviético (GRU), luchó en la retaguardia alemana en Dresde, liberó dos campos de concentración con 16.000 prisioneros y fue condecorado como héroe de la Unión Soviética. Una leyenda. Paulina se casó con él.
En España “Xanti” conoció al escritor Ilya Ehrenburg, cuya tumba está hoy junto a la suya en el cementerio moscovita de Novodievichi. También conoció a Ernest Hemingway, quien se inspiró en él, dicen, para dar vida a su Robert Jordan, el héroe de su “Por quién doblan las campanas”.
La guerra de España marcó a Adelina como a todos los extranjeros que participaron en ella. De regreso en la URSS participó como teniente en la guerra, asistió a los presos italianos y luchó contra el mal trato que recibían.
Adelina (Abramson) Kondrátieva
En 1951 su padre, de 63 años, fue detenido acusado de “trotskista”, pero consiguieron que solo le condenaran a cinco años de campo con destierro. Tras la muerte de Stalin fue liberado. Adelina se casó con el militar Aleksander Kondrátiev, con quien tuvo una hija, y se doctoró en la universidad de Moscú.
A partir de los años noventa retoma el contacto directo con España y desarrolla una gran actividad en pro de la recuperación de la memoria historica en compañía de Dolores Cabra y en calidad de presidenta de la Asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE). Fue también presidenta de la sección española del comité soviético de veteranos de guerra y recibió la nacionalidad española. No logró la pensión que le correspondía como teniente de aviación de la República.
“Tropezamos con las murallas infranqueables en las que se amparan las absurdas burocracias y también con la mala intención de altos estamentos políticos”, explica Cabra, secretaria general de AGE. El deseo de Adelina era pasar sus últimos años en España. No lo consiguió. “Siempre le dije que en estos tiempos España es una madrastra para sus hijos más nobles”, explica Cabra.


Fuente: http://www.lavanguardia.com/internacional/20130114/54361898959/adios-a-adelina-kondratieva.html

martes, 16 de septiembre de 2014

¿Por qué perdimos la guerra? de Diego Abad de Santillán

Un año después de la victoria del ejército de Franco, Diego Abad de Santillán publicó Por qué perdimos la guerra. Una contribución a la historia de la tragedia española. Firmó el libro en Buenos Aires, el 5 de abril de 1940, alejado de España y de la guerra que sacudía en ese momento a casi toda Europa. Abad de Santillán cerraba así varios años de intensa actividad y propaganda revolucionarias desde la dirección de la Federación Anarquista Ibérica (FAI). Publicista, autor, editor y traductor de los clásicos del pensamiento anarquista, Abad de Santillán constituye un caso muy singular en la historia del anarquismo español, un personaje de largo recorrido y diversos destinos. Nació y murió en España, aunque fue Argentina su verdadera tierra, donde forjó su personalidad y vivió después un largo exilio. (Casanova, Julián, Diego Abad de Santillán: memoria y propaganda anarquista, Historia Social, 2004)




Descargar: ¿Por qué perdimos la guerra? de Diego Abad de Santillán.


miércoles, 10 de septiembre de 2014

Tras años de lucha: Grunfeld fue un símbolo del anarquismo

El sindicalista murió a los 97 años

José Grunfeld poco antes
de salir de España (07-03-1939)
A los 97 años, falleció el sindicalista José Grunfeld, que militó en el núcleo llamado 32 Gremios Mayoritarios Democráticos, sector opuesto al peronismo gremial.

Nació el 17 de junio de 1907 en Santa Fe y en su juventud se acercó a las filas del anarquismo. Su hermano Rafael lo convenció de asistir, en La Plata, a un mitin en favor de la libertad de los anarquistas Sacco y Vanzetti, y ese momento marcó su visión política.

A comienzos de la década del 30, se afilió a la Unión Socialista Libertaria, por medio de la cual solidificó una línea anarquista del sindicalismo.

Aunque descendía de una familia rumana, al estallar la guerra civil española se sintió convocado por el bando republicano y ocupó en Barcelona cargos en la Federación Anarquista Ibérica.

Recordó ese paso por España durante una entrevista con el diario El Día, en septiembre de 2000: "Fui secretario provisorio de la Federación de Barcelona de grupos anarquistas hasta que el secretario general regresó del frente de batalla, y yo trabajé en la organización de las defensas de la Federación catalana anarquista; en realidad, en la Guerra Civil no había frentes".

Antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, regresó a la Argentina y empezó a actuar en el gremio de empleados de comercio de Rosario. Como activista gremial, fue numerosas veces detenido en los sucesivos cambios de poder en el país, especialmente en los mandatos de Perón.

Su relación con el peronismo fue muy conflictiva. Fue echado de la biblioteca de la facultad de Física de Rosario cuando ésta fue intervenida por el gobierno de Perón en 1946.

Un año después, el gobierno peronista clausuró la Unión Socialista Libertaria en la cual militaba y Grunfeld fue detenido por desacato al presidente, pena por la que pasó un año en la cárcel. Cuando salió de prisión se dedicó a una tarea clandestina y de base, en un intento por recuperar los sindicatos en manos del peronismo.

Con la Revolución Libertadora regresó su militancia y fue el secretario de prensa del comité de recuperación sindical. Se relacionó, entonces, con las autoridades del gobierno militar y trabajó en la reorganización gremial.

En 1957, el congreso normalizador de la CGT concluyó con la división entre las 62 Organizaciones y los 32 Gremios Mayoritarios Democráticos, en los que militó Grunfeld. En 1963, se incorporó al personal administrativo de la Asociación de Empleados de Despachantes de Aduana, donde actuó como secretario de prensa.

Entre 1968 y 1970, fue presidente de la cooperativa sindical de créditos del gremio de empleados de comercio de Rosario. Durante la dictadura, Grunfeld mantuvo su adhesión a los 32 Gremios Mayoritarios Democráticos y desde esa base organizó un congreso nacional del movimiento obrero que dio origen, en 1980, al Comité Nacional Permanente por el Sindicalismo Libre.

La Nación, Sábado 18 de junio de 2005 - Link: http://www.lanacion.com.ar/713977-grunfeld-fue-un-simbolo-del-anarquismo

martes, 9 de septiembre de 2014

Porque perdimos la guerra (1978)

Interpretación de los años de la República y la Guerra Civil española con la cual se pretenden exponer las razones que conllevaron a la derrota militar republicana, basándose en los argumentos que el dirigente anarquista Diego Abad de Santillán había desarrollado en un conocido libro con idéntico título.

Dirigido por Diego Abad de Santillán y Luis Galindo, este documental (1978) reúne entrevistas a destacadas personalidades de la Guerra Civil Española y la Revolución (1936-1939). A pesar de que esta copia tiene muy mala calidad de imagen y sonido, es un documento muy recomendable para ver.










Porque perdimos la guerra (1978) Diego Abad de Santillán


lunes, 8 de septiembre de 2014

Cándido Testa, un anarquista italo-argentino al mando del Batallón de la Muerte

Por Diego Naselli Macera
Licenciado en Historia

Cándido Testa con uniforme del Batallón
de la Muerte
Mientras la Guerra Civil española transcurría sin cuartel, el periodista italiano Cándido Testa trabajaba en la redacción del diario “L’ Italia del Popolo” en Buenos Aires. Llegado a Argentina en 1928 escapando del fascismo italiano por su condición de anarquista, Testa se dedica a brindar conferencias y organizar actos antifascistas en la capital argentina además de mantener contacto con otros camaradas locales y exiliados como el escritor italiano Mario Mariani y el militante anarquista español Diego Abad de Santillán.
Para septiembre de 1937, siguiendo sus ideales el anarquista italiano decide marchar a España para enrolarse como voluntario y luchar a favor de la República. Con un permiso de corresponsal del diario porteño “L’ Italia del Popolo” y un pasaje comprado con dinero prestado por amigos, Testa logra viajar a Francia y cruzar a Barcelona donde se reúne con autoridades catalanas.

El Batallón de la Muerte
Inmediatamente en Barcelona, Cándido Testa se reúne con el secretario general de la Consejería de Defensa y luego consejero de economía de la Generalidad de Cataluña Diego Abad de Santillán, quien le ofrece al primero la organización de un batallón similar a los tropas de asalto italianas denominadas «Arditi» y utilizadas durante el final de la Primera Guerra Mundial de las cuales el anarquista italo-argentino había sido parte. Convertido en el primer comandante de la fuerza de choque anarquista, Testa recibe una casona para comenzar el reclutamiento de voluntarios en la calle Enrique Granados número 16 donde funciona el cuartel general “19 de julio” y el castillo de Can Taio de Santa Perpetua de Mogoda para que funcione como campo de instrucción del batallón. Lo secunda en la oficialidad Emilio Strafelini, un ingeniero italiano que había sido teniente de los batallones alpinos durante la Gran Guerra, quien junto a los militantes antifascistas y asesores Nicola Menna, Fausto Nitti y Camilo Berneri y 500 libertarios antifascistas italianos llegados a España para competir en la Olimpiada Popular de 1936, provenientes de Francia exiliados por Mussolini o miembros de los «Arditi del Popolo» conformarán el Batallón de la Muerte.

De izquierda a derecha: Cándido Testa, Diego Abad de Santillán y Emilio Strafelini
Según el llamado a formación del batallón, sus integrantes deberán demostrar “…actitud para lanzamiento de bombas de mano y usar el puñal” además de vestir “…un traje especial e irán armados de mosquetón, puñal bien afilado y granadas de mano”. Como apoyo a las tropas de asalto del batallón también se organiza una sección de ametralladoras con la misión de “…atacar y ocupar la posición que el Mando considere como difícil, actuando posiblemente de noche y por sorpresa”. Para febrero de 1937 todo el batallón se encontraba recibiendo instrucción militar en el castillo cercano a Barcelona bajo una estricta disciplina que se establecía en su reglamento y con el objetivo de triunfar contra el fascismo: “Todo miliciano -dice el último artículo del Reglamento- que acepte formar parte del Batallón de la Muerte, tendrá que acatar, sin discusión alguna, las órdenes de los directivos del batallón, imponiéndose por sí mismo la disciplina revolucionaria necesaria para el triunfo de la lucha contra el fascismo”. Luego de un mes de entrenamiento, el Batallón de la Muerte prepara un desfile para presentarse ante el pueblo de Barcelona y el 14 de marzo de 1937 formado en la Avenida 14 de abril comienza a marchar con todas sus unidades hasta alcanzar la Plaza de la República donde los esperan Lluís Companys, presidente del gobierno catalán, y sus consejeros Josep Terradellas y Diego Abad de Santillán. Ya en el Palau de la Generalitat, los miembros del batallón prometen ante Lluís Companys y Cándido Testa sacrificar sus vidas hasta aplastar al fascismo.
Cándido Testa marchando a la cabeza
del Batallón de la Muerte
Los recién llegados a Barcelona los periodistas argentinos Raúl González Tuñón y Cayetano Córdova Iturburu observan el desfile y logran entrevistarse con el comandante en jefe del Batallón Cándido Testa, del cual escribe González Tuñón: “Visitamos el Batallón de la muerte que parte para el frente. No te imaginas con qué alegría comprobamos la disciplina y el valor de los muchachos y hombres que lo componen. Testa, el comandante, envió un telegrama a L’Italia del Popolo anunciando nuestra llegada” y Córdova Iturburu redacta: “-No hay cosa que me agrade menos que esto de los desfiles y de las formaciones- me decía un miliciano del Batallón de la Muerte.- Pero es necesario. Por eso lo acepto. Y formaré y desfilaré mañana. Esta ruda declaración del miliciano me parece significativa. ¿Quién era ese hombre? No tuve tiempo de interrogarlo”.

La intervención en la guerra
Para finales de marzo de 1937 el Batallón de la Muerte ya se encontraba en el frente de Aragón para entrar en combate e interviene en las batallas de Almudévar y Montalban donde son derrotados. Nuevamente reagrupados, los miembros del Batallón de la Muerte son enviados a participar del asalto de la ermita de Santa Quiteria, en la zona de Tardienta, donde son duramente repelidos y diezmados. Ante estas derrotas Cándido Testa regresa a Barcelona y el mando del Batallón pasa a manos de Fausto Nitti mientras el anarquista italo-argentino es nombrado jefe del Estado Mayor de la 153° Brigada Mixta, de la cual forma parte el Batallón. Sin embargo, para octubre de 1937 cuando las milicias se integran al Ejército Popular de la República, el Batallón de la Muerte es disuelto y sus miembros se encuadran en la 32 División “Batallón Garibaldi” de la 142° Brigada Mixta.
Así como el Batallón de la Muerte pasa al olvido, su organizador y primer comandante Cándido Testa se desvanece entre los miles de voluntarios que fueron a luchar contra el fascismo en España.


sábado, 6 de septiembre de 2014

Libros sobre argentinos en la Guerra Civil española (parte 2)

Marti, Alejandro, Simón Radowitzky, del atentado a Falcón a la Guerra Civil española, de la campana, La Plata, 2010, 352 p.

[...] Simón Radowitzky. Ajusticiador de Falcón, resistente en la cárcel, evadido del presidio infernal de Ushuaia, desterrado en Uruguay, combatiente antifascista en Brasil, miliciano en el frente de Aragón, finalmente exiliado en México. Cada una de sus facetas forman parte de una unidad inseparable, constituyen su leyenda y conforman lo que en una visión superficial podría llamarse: una vida novelezca. Simón Radowitzky, fue todas esas cosas y también -probablemente a su pesar- un mito del anarquismo mundial.










Gómez Motta, César, Argentinos en un Campo de Concentración Franquista, Editorial Divino Tesoro, Buenos Aires, 2008, 176 p.

César Gómez Motta nos ofrece en este libro un interesante y emocionante relato de la cruenta Guerra Civil española y sus secuelas posteriores, con la internación de infinidad de extranjeros en el campo de concentración de Miranda de Ebro, por el que pasaron más de 60.000 prisioneros. Este relato testimonial narra episodios de la vida del autor, antes y durante la guerra, centrado en su paso por las cárceles franquistas y dicho campo.
Al estallar la guerra, César Gómez Motta, que se encontraba en la zona franquista, se vio separado de su padre, que quedó en la zona republicana, y de su madre, que estaba en Argentina. Al finalizar la guerra, el solo hecho de ser extranjero le valió pasar por varias cárceles, hasta ser confinado en el campo de concentración de Miranda de Ebro, en el que estuvieron presos más de medio centenar de argentinos. A pesar de que pocos de ellos habían participado del conflicto armado, el gobierno argentino nunca tomó cartas en el asunto. Además de ser un interesante testimonio, este libro es una denuncia a las autoridades de la época, que dejaron desamparados a tanto ciudadanos argentinos.

Dominguez Pablo, Victorio Codovilla, la ortodoxia comunista, Colección Fundadores de la Izquierda Argentina, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2006, 128 p.

Este italiano de baja estatura, excedido en peso, que carecía de sentido del humor y a quien no le gustaban el fútbol ni el tango, llegó a nuestro país antes de cumplir los 18 años para militar en el socialismo y fundó, en 1918, un Partido Comunista poderoso, con una incidencia en el movimiento obrero que fue enorme hasta el advenimiento del peronismo. (Luis Sicilia)