Por Mario Goloboff *
Página 12 - Jueves, 16 de mayo de 2013
En los años mozos, sospechábamos, intuíamos o deseábamos que existiera una vaga entelequia a la cual hoy apenas si podría definir: algo así como “un tango de izquierda”. Pensábamos que el difundido en clubes, bailes y cafetines coincidía poco con nuestras aspiraciones sociales, y tal vez sólo reflejaba un pensamiento conservador populista, que no se correspondía con la lucha de clases ni con los verdaderos intereses de los desposeídos. Ignorábamos, como suele ocurrir con casi todas las generaciones, lo que teníamos prácticamente al lado, a pocos años vista y en nuestro propio campo.
En la presente historia, el personaje protagónico ayudó bastante a mantenerla oculta. Hacia el tiempo en que los tangos “Cuando llora la milonga” o “Pa’l cambalache” se hicieron públicos y bastante conocidos (cantados hasta por don Carlos Gardel, alguno por Agustín Magaldi, por Ignacio Corsini, por Agustín Irusta, por Azucena Maizani y Mercedes Simone, por Charlo y Ada Falcón), estaban firmados por Luis Mario o por Mario Castro; nunca fue demasiado sabido que bajo esos seudónimos se amparaba la periodista María Luisa Carnelli, nacida en La Plata, en una casa cercana al Bosque, un 31 de enero de 1898 y, lo que sería una de las explicaciones plausibles para sus tempranas y fervientes adhesiones, en un hogar con otros nueve hermanos. Sin duda, algunos de ellos la inclinaron y empujaron hacia el tango, aunque también, se dijo, la censura masculina fue muy fuerte y ella misma declaró: “Mi padre, por supuesto, jamás supo que era yo quien los escribía. El no quería que yo fuera demasiado libre”. Su primer trabajo importante en la materia es de 1927 y está dedicado a Carlos de la Púa, nacido también en La Plata y llamado en realidad Carlos Raúl Muñoz y Pérez, aunque sus amigos lo apodaban “el malevo Muñoz”. Por ello, la obra fue titulada justamente “El malevo”, musicalizada por Julio de Caro, quien la llevó al disco en versión instrumental y lo grabó Rosita Quiroga. Después vinieron “Primer agua”, “Dos lunares”, “Moulin Rouge” (igualmente con música de Julio de Caro), “Cuando llora la milonga” (musicalizado por Juan de Dios Filiberto), “Mineros de Asturias” y muchos más. Hubo también algún estilo, alguna zamba y hasta rancheras y habaneras. Textos donde la voz lírica ocupa el rol masculino y subraya el lenguaje lunfardo de los mismos, como en “Quiero papita” (“Yo soy... un gil / quién me mandó/ tener mujer. / Yugar pa’vos / y no poder / tirarme un par / de lindos mangos / a la marchanta, / si es mi placer”) o en “Primer agua” (“Pa’gambetearle a la mishiadura/ entró a trabajar de engrupidor, / a un mixto le dio en la matadura / y de prepo al reaje conquistó”).
Pero no sólo respecto de la música popular fue transgresora; políticamente, se ubicó muy temprano en una izquierda entre anarquista y comunista, renunciando así a su origen medianamente burgués. Además, se casó joven, tuvo un hijo, y poco tiempo después se separó, ganándose la vida como periodista. Publicó artículos en diarios y revistas: Crítica, Noticias Gráficas, La Nación, Clarín, Caras y Caretas, El Hogar, Fray Mocho, Atlántida y otras. Desde muy joven, escribió poemas y se vinculó con círculos literarios de la izquierda, especialmente con los hermanos González Tuñón: el mayor, Enrique, tan querido por Raúl y autor de algunos títulos bellos y famosos (Camas desde un peso, La calle de los sueños perdidos), fue su pareja por cierto tiempo, y hasta algunos de sus tangos les fueron adjudicados a ellos. Su primer libro fue Versos de mujer, lo continuaron Rama frágil, Poemas para la ventana del pobre y otros más. El primero en prosa, Quiero trabajo, fue elogiosamente comentando por el intelectual faro de la época, Aníbal Ponce. Publicó muchos textos dedicados al movimiento obrero español y a los acontecimientos de España, escritos mientras estuvo allí como corresponsal de revistas y diarios, un tipo de cobertura que se daban en el momento intelectuales de todo el mundo que querían apoyar in situ a la República.
Contratada por el diario El Sol, de Madrid, a comienzos de la sublevación franquista, se sabe que visita el frente de guerra en Carabanchel en abril de 1937 y es testigo del combate entre dinamiteros de la República y tropas facciosas. El 14 de julio firma un artículo titulado “Cuerpo a cuerpo”, donde narra el asalto de unidades marroquíes franquistas contra los parapetos que defienden Madrid y se fotografía con mandos de la brigada que defiende el sector, realiza un reportaje sobre el hospital de heridos, escribe la crónica de los hombres de la 24ª Brigada Mixta y una nota sobre la importancia de mantener lejos a las niñas y niños de la artillería criminal facciosa. Hacia finales de julio, interviene en el congreso popular de solidaridad convocado por el Comité Provincial del Socorro Rojo Internacional, comparte la mesa directiva con los líderes de la defensa de Madrid, el general José Miaja y el comisario de las Brigadas Internacionales Luigi Longo (quien combatía con el seudónimo de “Gallo”; el mismo que, en 1964, tras la muerte de Palmiro Togliatti, sería secretario del PCI). El 2 de agosto, en la comida organizada por el Socorro Rojo Internacional en Madrid, María Luisa recita el poema “Madrid-Noviembre”, que consagra el heroísmo de los madrileños. También en noviembre asiste a las trincheras de la sierra de Madrid y comparte hambre, frío y penurias con los milicianos instalados allí, a quienes intenta levantar la moral con su presencia y sus palabras, que reflejará luego en la crónica. Por esa época, asimismo, se encarga de la sección femenina en la revista Blanco y Negro, semanario cultural del ABC, y además publica varias colaboraciones en el propio diario: “Veteranos y reclutas”, “Guarderías infantiles”, “La siembra de la nueva cultura”. Finalmente, para su despedida por regresar a la Argentina, el Socorro Rojo organiza un acto en septiembre del ’38 con la presencia de mandos del ejército popular de la República, entre ellos el comandante Carlos (Vittorio Vidali o José Díaz, el legendario fundador del Quinto Regimiento) y el coronel Ortega (jefe de la Columna Ortega, que integró la 40ª Brigada Mixta), y de la poeta María Teresa León. Emocionada, María Luisa aseguró que mantendría su compromiso con la República y lo llevaba a su país desde la Península Ibérica.
Uno de los últimos hechos curiosos de su vida, que los tuvo tantos, fue que hacia los ’50, durante el primer peronismo y en medio de la justa reivindicación de las producciones nacionales, intentó con Sebastián Piana introducir el “Tam Tam”, pero Raúl Apold no le dio ningún curso. Lo cuenta en un reportaje que se le hace pocos años antes de morir, en el que agrega: “Ha habido una penetración imperialista de fabulosos capitales que ha permitido que el tango vegete, mientras los demás ritmos lo iban ahogando. Hubo épocas en que se obligaba a ejecutar un 50 por ciento de música nacional. Fue cuando a mí se me ocurrió crear ese nuevo ritmo. Que para mí era muy argentino”. Falleció el 4 de mayo de 1987, en el umbral de los 90 años.
* Escritor, docente universitario.
Link original: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-220125-2013-05-16.html
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