domingo, 5 de octubre de 2014

Entrevista a Pilar Sánchez Fernández: “Abrieron los talleres porque no había ropa para mandar a las trincheras”

Por Diego Gerardo Naselli
Profesor en Historia

Pilar Sánchez Fernández sosteniendo su retrato.
Este mes de noviembre (2011) se recuerdan los 75 años del inicio de la defensa de Madrid durante la Guerra Civil española y  Huellas de la Historia entrevistó a Pilar Sánchez Fernández, española afiliada a la C.N.T. y costurera de uniforme para los defensores de Madrid, sobreviviente de la Guerra Civil y emigrada a Argentina. Con 92 años de vida, Pilar Sánchez vive en Córdoba desde los ’50 y llegó a Argentina junto a su esposo Florencio Alonso Vega, mendocino y excombatiente republicano en España.
A través de la entrevista a Pilar Sánchez, homenajeamos a todas aquellas mujeres que lucharon como milicianas en la defensa de Madrid y también a todas aquellas mujeres que, en la retaguardia, fueron el sostén de las fuerzas republicanas que se enfrentaron a la rebelión fascista.

D.N.: ¿Cómo fue su vida al comienzo de la guerra en Madrid?
P.S.: Cuando empezó la guerra la zona que vivíamos fue bombardeada y donde no bombardeaban se metían los militares y quitaban las maderas de las ventanas para calentarse. No teníamos ventanas más que los huecos y así nos metimos mi madre y yo. Con sábanas, con mantas, con todo tapábamos en la noche las aberturas, no había ventanas, ni puerta, ni nada, era la calle Orgaz número 6 al lado del río Manzanares. Después, nos fuimos a la casa de unos tíos míos en la calle Leganitos [sic], un señor que hacía botas de vino y pellejos de vino, que vivían al frente de una sección de policía. Allí, cuando era la guerra, cayo una bomba, mitad de la casa voló y de la policía parte pero pudieron seguir allí pero a nosotros nos trasladaron a la casa de un señor que el padre fue el primero que vino con un barco a la Argentina y lo tenían hecho de tamaño más pequeño en su casa, no nos dejaban más que verlo. Nosotros estábamos en un sótano, en un sótano he vivido a partir de cuando nos fuimos de mis tíos; póngase que dos años y medio viví en un sótano con una ventanita arriba que daba a la calle para que entrara un poquito de aire. Allí vivimos tres familias, una se llamaba Colao [sic] de apellido y nosotros que éramos Sánchez.

D.N.: ¿En qué años vivió en el sótano?
P.S.: Creo que fuimos al sótano terminado 1937 pero cuando entraron ellos en 1939, cuando entraban las tropas mataban a personas en las calles y se escondieron en las ventanas y los fascistas tiraban. Nosotros vivíamos en la calle Covarrubias con el paseo Sagasta, el paseo por donde entraban los que se retiraban del frente. Cuando los retiraban del frente tenían que venir por la calle Sagasta para entrar y nosotros estábamos en la calle Covarrubias pero como había terminado la guerra nos subíamos a los pisos de arriba porque la gente de esos pisos había desaparecido. Estábamos todos los de los sótanos, nos subimos a ver y entonces me pillo con fiebres de tuberculosis y mi madre tenía que pagarle dos huevos al médico para que me trajera algún medicamento o un pedazo de pan, este tipo de cambio se tuvo toda la guerra.

D.N.: ¿Dónde trabajó durante la guerra?
P.S.: Trabaje en Intendencia Militar y antes de Intendencia Militar estuve en el Sindicato -tenía que haber empezado por ahí-. Yo no tenía los 16 años y mi hermano mayor me anotó en el Sindicato C.N.T. [Confederación Nacional del Trabajo] que tiene la fama de ser anarquista pero también hay republicanos.

D.N.: ¿Qué trabajo hacía en el Sindicato?
P.S.: Antes de empezar la guerra ya era socia y cuando se dio el levantamiento fui y me dijeron: «como no te podemos mandar a otro lado porque no tienes los 18 años vas a ir a una comandancia para atender que es lo que pasa». Me fui a un pueblo llamado Lozoyuela, del partido de Madrid pero a las afueras, es un pueblecito pequeño. En ese lugar, yo estaba solamente para vigilancia de los representantes de ese pueblo pero -también si puedo decir la verdad- había unos fascistas. Allí estábamos dos porque nunca mandaban a una sola a ningún sitio y una vez que se pasaban cartas unos a otros para llevarlas, le dije a mi compañera: «qué te parece Socorro (se llamaba María Socorro pero la llamábamos Socorro), –digo- mira han estado escribiendo y he oído que uno había dicho que no lo vean las chicas, escóndelo» y lo pegaron debajo de la mesa. Cuando se fue uno y el otro dormía en la Intendencia, se levantó Socorro, lo sacó, yo sabía poco leer y veo que daban cita a los fascistas por el sitio que tenían que entrar para tomar al pueblo.

D.N.: ¿Les avisaban a los fascistas por donde ingresar?
P.S.: Por donde tenían que entrar, eso fue en el pueblo de Lozoyuela, en la casa del cura. No vivía allí el cura pero era la casa de él. Después, ya vino mi padre y hablo con ellos y les dijo que no podía quitarme si era mi gusto pero que no le gustaba que estuviera afuera de Madrid. Entonces volví al Sindicato y los del Sindicato me mandaron a Intendencia Militar y lo que allí hacíamos era la ropa para los militares, éramos cuatrocientas mujeres más los hombres que cortaban y preparaban.

D.N.: En Intendencia Militar ¿confeccionaban la ropa?
P.S.: Allá fabricaban la ropa. Para cortar había hombres y, cuando se fue aprendiendo, también mujeres pero, por lo menos, 380 estaban en máquinas trabajando, la mujer que hacía las mangas no hacía la espalda.
En Intendencia Militar abrieron esos talleres porque no había ropa para mandar a las trincheras y para que salieran más pronto hacíamos así, eran 380 en máquinas, más los cortadores, preparadores y ahí una de nosotras hacía las mangas, otra preparaba la espalda con el delantero, otra ponía los bolsillos; la ropa iba corriendo además porque estábamos muy juntas, si yo ponía, yo armaba pero todo estaba dispuesto sobre pies que habían puesto y se fabricaba toda la ropa. No hubo otro sitio que fabricara en Madrid, nada más que allí, todos los días la misma cosa. Los talleres estaban frente a la Puerta del Retiro madrileña, que eran unos garajes antes de la guerra, los garajes Trema donde se exhibían los coches nuevos que salían. Había que ir por la calle Alcalá, la Puerta Alcalá, frente al Retiro que queda a la derecha y nosotros estamos a la izquierda.

D.N.: ¿Cuánto tiempo trabajó en Intendencia Militar?
P.S.: Toda la guerra menos cuando me enferme con tuberculosis. Trabaje en la Intendencia Militar hasta que terminó la guerra, allí ya me empezaron a pagar los aportes sociales, luego seguí trabajando en “Cantero y Olona”, así se llamaban los dos dueños que había en la calle Carretas que daba a la Puerta del Sol. Me cruzaba la calle a la Plaza Mayor para tomar el tranvía pero cuando conocí a mi marido, me iba caminando, no había plata para pagar dos [boletos]. Yo decía: «Vamos a ir en el tranvía» porque a lo mejor tuviera para ir en el tranvía y él me decía: «Y si vamos dando un paseo». Lloviendo o con nieve nos íbamos caminando.

D.N.: La gente del gobierno ¿visitaban la Intendencia?
P.S.: Si, estaban los militares a cargo de ello y además, cada tanto, nos hacían una reunión para la producción de trabajo. A la que no sabía y estaba aprendiendo no podía hacer lo mismo que la que supiera, eso se lo he dicho yo mil veces: «hágala trabajar dos horas más pero no le quite el sueldo» porque la que no hacía la cantidad que nos decían, ponte que teníamos que hacer seis pantalones en siete horas de trabajo, se lo descontaban del sueldo, entonces había mucha unión entre las que cosían más ligero y menos ligero; una le hacía una pata, la otra le ponía el cierre pero para que esa persona hiciera la misma cantidad porque había muchas que no sabían ni enhebrar una aguja. Muchas veces nos hablaban, se ponía un militar y nos decía: «Tienen que entender que no es culpa mía, si a mi me piden cien porque están desnudos en el frente, si no llevo los cien mañana o pasado, aunque ustedes no los hacen, yo tengo la culpa, así que tienen que hacer todos los días su cantidad y una patita más y lo dejan ahí a su lado y mañana ya tienen una patita», nos aconsejaban muy bien, la verdad que si, no tuvimos ningún problema en ese curso de trabajo, yo no tuve ningún problema, nada más que cuando me clavaron la navaja.

D.N.: ¿Eso fue cuando ya terminó la guerra?
P.S.: No, no, en guerra, yendo de mi casa a trabajar, te perseguían gente joven, gente vieja. Yo venía un día por la Plaza Mayor y de allí me fui al Arco y veo que me dicen «Hola, ¿cómo te va?», me clavo la cuchilla. Era una navaja, me la clavo en la espalda y yo sentí tal dolor hasta que llegue al trabajo toda sangrada pero yo no me veía nada más y me dolía. Me caigo en el trabajo y me atendieron bien, me anestesiaron para que no me diera cuenta lo que me había pasado, las trabajadoras que estaban allí lavaron la ropa, cuando yo me di cuenta estaba como cuando venía de casa, nada más, solo con la rota y la puñaladita pero me dijeron que al entrar al trabajo me había caído porque tuvieron que hacerme radiografías por si había quedado alguna cosa dentro, de ahí fue de lo que ya me vino la tuberculosis, casi fue al terminar la guerra, en febrero de 1939. Y en el Metro, muchas veces no se podía viajar porque cuando te veían fuera del trabajo te seguían y te quitaban del medio, así que se sufrió mucho porque había que caminar, porque se comía poco, la verdad y te voy a decir algo de más gravedad, donde yo vivía era en el Puente Toledo pegado al Manzanares, en la calle Orgaz. En el Manzanares y la arboleda iba mucha gente a pasear en el verano pero lo que te iba a decir es algo muy triste porque en la carretera a Andalucía, hacía la derecha había un cementerio, en ese cementerio se sacaban a los presos, como que los iban a trasladar a otro sitio, los llevaban a ese cementerio y los mataban y los tiraban al río. Nosotros vivíamos tan cerca del cementerio y unas a otras se llamaban diciendo «mira, hoy van cuatro; ahí va uno; ahora van dos», eso fue muy triste porque de todo lo que he pasado en la guerra lo más duro fue ver a mi madre cuando venía del trabajo con todos los vecinos ahí tirados recogiendo los cadáveres.

D.N.: En Madrid hubo muchos líderes como La Pasionaria(1) ¿pudo escuchar sus discursos?
P.S.: Si, si, porque éramos del grupo de los primeros que ya antes de empezar la guerra estábamos con el movimiento de los estudiantes, eran bravos los estudiantes de aquella época pero también los que más dieron la cara.

D.N.: ¿Tuvo trato personal con La Pasionaria?
P.S.: No, La Pasionaria -yo te voy a ser sincera- no simpatice nunca con ella porque era la mandona de todas las inocentes. Todas íbamos detrás de ella pero ella de defender, lo que se dice, del obrero, “castañas”. En fin, ella fue la mujer que llamo la atención para todo, y para todo también se la dio el escape.
Yo no tengo nada en contra de esa mujer. Una sola vez, en una manifestación estuve con ella porque salíamos de trabajar de la Puerta del Sol y ella estaba entrando de la Plaza Mayor y como yo trabajaba al costado de Gobernación nos manifestó y todos los que salíamos de trabajar nos juntamos, cosa que no gustaba a la mitad pero lo hacía porque era ella la que mandaba. Sin saber lo que nosotros queríamos, nos decía: «rompan esa vidriera, rompan lo otro», a lo mejor empezaba ella con el dedo a tocar pero no romper, que rompan los demás y como yo hubo muchas que no lo hubiéramos querido hacer, lo que pasa que ella era una mujer o muy descarada o muy sabidonga [sic] o tenían alguien que la llevaba, eso tampoco lo puedo decir porque no lo se.

D.N.: ¿En qué año vinieron a Argentina?
P.S.: Yo aquí llegue en enero de 1952, estuve siete años casada en España. Yo me case en 1944, después de tres años de novio, de compañía como hablando de la guerra y todas esas cosas y de lo que a uno le gusta. Yo me case en 1944, en diciembre del 1944.

D.N.: ¿Vinieron en el vapor Córdoba?
P.S.: Ahí teníamos que venir, en el Córdoba y ¿sabes dónde vinimos? mi marido arriba, en el techo y yo con una familia porque ese barco, no se que le paso y no llego, entonces teníamos que estar un mes allí, esperando que estuviera arreglado y nos subieron en otro. A mí me conformaron con una familia argentina, de Buenos Aires, porque como era sola me quedaba con una señora que venía con dos niños y a mi marido lo pusieron arriba.

Nota:
(1) Dolores Ibárruri Gómez, llamada la Pasionaria fue una dirigente comunista española (1895 - 1989). Nació en una familia minera y se interesó por la lucha obrera bajo la influencia de su marido, un militante socialista. Biografías y Vida, Dolores Ibárruri – La Pasionaria, [en línea], 2004, www.biografiasyvidas.com/biografia/i/ibarruri.htm

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