domingo, 9 de noviembre de 2014

Indalecio Prieto en el Luna Park de Buenos Aires (1939)

MI MISIÓN, ES MISIÓN DE PAZ, DICE INDALECIO PRIETO

Por Leandro R. Reynés
Revista Caras y Caretas, Buenos Aires, 21 de enero de 1939

Leandro R. Reynés, periodista de Caras y Caretas,
junto a Indalecio Prieto
Indalecio Prieto. Así no más. Con sólo el apellido paterno. No hace falta el otro, aunque muy respetable, para individualizar a este Prieto que nos ha enviado como visitante ilustre la España republicana. Porque Prieto, Indalecio Prieto, hay uno sólo. Y es inconfundible. Por su mentalidad robusta. Por su noble corazón. Y por su cuerpo robusto también. Es inconfundible en su físico obeso y pesado. Pero por contraste, es asimismo inconfundible en su inteligencia ágil, en su memoria prodigiosa, en su pensamiento audaz, en su oratoria fogosa y altiva, en su sonrisa de hombre bueno a quien duele, con dolor profundo, la intensa tragedia que está sufriendo su patria. Y es inconfundible en la gran obra que tiene cumplida en España, como periodista, como militante socialista, como legislador, como ministro o como simple ciudadano.
Indalecio Prieto es una de las personalidades más destacadas del socialismo español, Encabezaba hasta antes de la guerra, la fracción reformista del socialismo, en oposición al grupo marxista u ortodoxo que tenía por jefe a Largo Caballero. Siempre sostuvo con integridad su tendencia moderada, y por pretender imponerla en su partido, fue objeto de críticas, de motes y hasta de insultos. Más aún. Después del primero gobierno republicano, surgido como consecuencia de la derrota de la monarquía en los comicios comunales del 14 de abril de 1931; después del gobierno de la CEDA, que dio resurgimiento transitorio de las fuerzas conservadoras, y al llegar de nuevo al gobierno los socialistas, Indalecio Prieto tuvo la visión anticipada del conflicto sangriento que iba a estallar en su país. Lo anunció con antelación. Fue profeta de la desgracia inminente de su España. Y, por serlo, un día lo apedrearon sus propios compañeros de ideas, al retirarse de un mitin famoso, donde se había arriesgado, haciendo caso omiso del halago popular, a predecir la tormenta que iba a desencadenarse sobre su patria, con sombras de dolor y de luto. Se le atribuyeron entonces, dentro y fuera de España, intenciones y propósitos derrotistas. Poco después se cumplía su predicción. Y más tarde, llevado por el desarrollo de los acontecimientos, paso a ocupar el Ministerio de la Defensa de la República, desde el cual desarrolló una obra formidable de organizador y de patriota que hoy todo el mundo reconoce y aplaude. Hoy, Indalecio Prieto, es ídolo del pueblo. Y las mismas multitudes que antes le agraviaron, hoy le rinde tributo de admiración y simpatía, allá, en España, y también lejos de España. El más que entusiasta recibimiento que le dispensó el pueblo de la capital, ha sido una demostración de ello, entre nosotros también lo han sido los agasajos que se le ha hecho y las numerosísimas visitas que ha recibido durante su estada en Buenos Aires.
Por estos motivos, no ha sido fácil entrevistar al líder socialista español. Yo logré que me recibiera, después de algunas tentativas frustradas, precisamente el día que había resuelto no recibir a nadie.
Breve fue la conversación, pero lo suficientemente amplia como para recoger de labios del líder viajero sus impresiones fundamentales.
-Ya conoce usted cuál es mi misión en este viaje por América. He ido a Chile, representando al gobierno de la República Española en la asunción del mando del presidente Aguirre Cerdá, elegido allí por el Frente Popular. Tengo, con respecto a este mandatario, la seguridad de que hará obra beneficiosa para el pueblo chileno. Ahora, en la Argentina, me propongo intervenir en actos organizados por mis compatriotas, con objeto de estimularlos a intensificar la ayuda a España republicana y de conversar con ellos sobre los problemas de la reconstrucción de mi patria, una vez terminada la guerra. América ha contribuido en forma amplia y generosa a afrontar los problemas creados por la contienda al gobierno y a la población civil española. Y América deberá ser la base principal del resurgimiento de España, una vez finalizada la lucha, que será con el triunfo de las armas leales. Espero hallar en mis compatriotas y en los amigos de la República Española en América el apoyo que merece mi patria, puesta en tan duro trance por las circunstancias conocidas. Mi misión, pues, es una misión de paz.
Luego, el señor Prieto tiene un amable recuerdo para Caras y Caretas, y lo sintetiza en un autógrafo, que me entrega complacido. Nos despedimos, y me retiro, dejándole en medio de sus papeles y libros, entregado a la tarea de preparar los discursos que, a estas horas, ya habrá dirigido al país desde el Centro Asturiano y desde el Luna Park.



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