domingo, 16 de noviembre de 2014

Lazos estrechos: Diplomáticos y marinos argentinos durante la crisis española

Por Beatriz Figallo-(Librería Histórica)-264 páginas.

Cicatrizadas las heridas de la guerra de la independencia, los vínculos entre la Argentina y España fueron múltiples e intensos. Antes, incluso, de la firma del tratado definitivo de reconocimiento, paz y amistad, en 1863, ambos países dieron muestras concretas de que por encima de las declaraciones formales persistían profundos lazos de un origen común. Esto se pudo apreciar desde la segunda mitad del siglo XIX, pero fue en la pasada centuria cuando aquel bagaje fraterno se expresó a través de hechos de profunda significación.

Beatriz Figallo, destacada historiadora especializada en relaciones internacionales, analiza en este libro el camino transitado desde los tiempos de la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen hasta el fin de la Guerra Civil Española.

El idealismo del primer mandatario de origen radical oficializó en 1917 el reencuentro entre ambas naciones al declarar fiesta nacional el 12 de octubre. Dicho gesto no hizo más que reconocer el rico caudal emigratorio de peninsulares, así como el creciente americanismo de sectores progresistas de la sociedad española y la influencia de exponentes del panorama cultural hispano, que visitaban nuestra tierra.

Mientras los diplomáticos de Yrigoyen y del presidente Marcelo T. de Alvear asistían a la crisis política de la monarquía de Alfonso XIII, se hacía notar en importantes círculos argentinos el pensamiento de Ramiro de Maeztu, enviado como embajador del gobierno de Miguel Primo de Rivera, experiencia autoritaria que terminaría echando por tierra a la dinastía borbónica, para dar paso a la Segunda República.

La reinvención de una España republicana no coincidió con el derrotero institucional argentino, signado en primer lugar por el golpe militar del general Uriburu y luego por el gobierno conservador del general Agustín P. Justo. Sin embargo, más allá de las relaciones oficiales, el florecimiento de ideas y realizaciones artísticas de ambos países produjo un notorio acercamiento.

A pesar de la admiración de la clase dirigente argentina por los intelectuales que militaban en la República, transcurridos pocos años se hizo evidente que los cambios que requería España no se realizarían sin resistencia. El embajador argentino en Madrid, Daniel García Mansilla, destacó en sus informes al Ministerio de Relaciones Exteriores, el encono que enfermaba la política y la sociedad española y que parecía conducir a una lucha armada. El diplomático comenzó a prepararse para proteger a la colonia argentina y a los españoles que pidieran su amparo.

La guerra estalló el 18 de julio de 1936, con el pronunciamiento de un grupo de generales enseguida encabezados por Francisco Franco, y España quedó dividida espiritual y geográficamente en dos bandos: republicanos y nacionales.

La Argentina actuó sin vacilar. Concedió asilo en la residencia de verano de la embajada; en la sede diplomática en Madrid, en casas arrendadas como partes de la legación a fin de extender la extraterritorialidad, y en los consulados ubicados en distintos lugares de la península. Mientras tanto, el gobierno enviaba dos buques de la Marina de Guerra: el crucero 25 de Mayo y el torpedero Tucumán , que se convirtieron en refugio de los perseguidos políticos de ambos bandos y en socorro para argentinos y extranjeros en apuros. Cabe señalar que la Argentina acompañó a la Segunda República en su ocaso, y que sólo después de la renuncia del presidente Manuel Azaña, con el triunfo nacional consumado, reconoció al gobierno de Burgos.

La autora desarrolla minuciosamente ese proceso, en una investigación basada en numerosos testimonios, que refleja el relevante papel alcanzado por nuestro país en el plano internacional, bajo la conducción del canciller Carlos Saavedra Lamas, en el auge de su carrera. .

Miguel Angel De Marco
La Nación, 15 de julio de 2007
Link: http://www.lanacion.com.ar/925530-lazos-estrechos

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